
El cometa 3I/ATLAS llegó desde los confines del espacio interestelar y está cruzando el Sistema Solar como un visitante inesperado. Su paso encendió el entusiasmo y la intriga de los astrónomos, que siguen de cerca un fenómeno tan raro como revelador.
Desde que fue descubierto el 1 de julio por el telescopio de sondeo ATLAS, en Río Hurtado (Chile), este objeto se convirtió en un misterio científico por su comportamiento imprevisible y sus características únicas.
Los cometas interestelares son una rareza cósmica: 3I/ATLAS es apenas el tercero detectado, después del 1I/‘Oumuamua en 2017 y el 2I/Borisov en 2019. “Este es solo el tercer cometa interestelar de este tipo que hemos podido estudiar, y los científicos planetarios están muy emocionados por aprender cómo son los cometas en otros sistemas solares”, explicó Jason Wright, profesor de astronomía y astrofísica de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Un objeto descomunal con una trayectoria imposible
Con un núcleo estimado de 20 kilómetros de diámetro y una masa de más de 33.000 millones de toneladas, el 3I/ATLAS se convirtió en el objeto interestelar más grande observado hasta ahora. Según los cálculos de la NASA, su velocidad alcanza los 210.000 kilómetros por hora, equivalente a 60 km por segundo, y sigue una órbita hiperbólica, lo que confirma que no está atrapado por la gravedad solar y que volverá al espacio interestelar tras su visita.
Su paso más cercano al Sol —el perihelio— ocurrió entre el 29 y el 30 de octubre de 2025, cuando se ubicó a 1,36 unidades astronómicas (203 millones de kilómetros), justo dentro de la órbita de Marte.
Durante ese momento crítico, el cometa se ocultó detrás del Sol desde la perspectiva terrestre, lo que dificultó su observación directa. Antes de eso, el 3 de octubre, había pasado a solo 28 millones de kilómetros de Marte, y se espera que su máximo acercamiento a la Tierra ocurra el 19 de diciembre, a una distancia de 1,8 unidades astronómicas (270 millones de kilómetros).
Más adelante, en marzo de 2026, se aproximará a Júpiter, antes de despedirse definitivamente del Sistema Solar.

A pesar de su proximidad relativa, la NASA confirmó que “no representa ninguna amenaza para la Tierra”. Sin embargo, su paso ofrece una oportunidad científica sin precedentes: estudiar en tiempo real un fragmento de otro sistema estelar.
Los astrónomos creen que 3I/ATLAS se formó hace unos 10.000 millones de años, mucho antes de la existencia del propio Sistema Solar, y que conserva en su interior material primitivo de los albores de la Vía Láctea.
Su composición, mezcla de hielo, polvo y gases inalterados, lo convierte en una auténtica “cápsula del tiempo cósmica”, capaz de revelar las condiciones físicas y químicas del universo temprano.
Brillo, color y una maniobra que no encaja

El asombro científico se intensificó cuando el profesor Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, informó que el 3I/ATLAS mostraba un brillo y un color anómalos al alcanzar su perihelio.
“Tenemos un informe que indica que el objeto se volvió mucho más brillante de lo esperado, mucho más brillante que cualquier cometa anterior del sistema solar, a medida que se acercaba al Sol”, señaló Loeb. Lo inesperado no termina allí. “Además, el color del objeto es azul, más azul que el Sol, y eso es muy sorprendente porque normalmente, cuando hay polvo alrededor de un objeto, debería volverse rojo”, resumió el astrónomo.
El físico explicó que, según los datos, el cometa presentaba una temperatura superficial muy alta, incompatible con lo que se espera de un cuerpo helado.
“El objeto debería ser mucho más frío que el Sol, por lo tanto, más rojo que el Sol; sin embargo, los datos muestran que es más azul que el Sol, lo que significa una temperatura muy alta… ¿Por qué sería más azul que el Sol?”, se preguntó. Para Loeb, el comportamiento térmico del cometa “parece aún más extraño de lo que pensaba” y representa un enigma que la física todavía no logra explicar.
Pero lo que realmente encendió el debate fue la aparición de una “anti-cola”, un chorro de gas y polvo dirigido hacia el Sol, en lugar de alejarse de él. Ese fenómeno, observado por el Telescopio Óptico Nórdico de España, fue seguido por la formación repentina de una cola convencional, orientada en sentido opuesto. Para Loeb, esta transición podría ser señal de una maniobra controlada. “[Sí] el objeto es una nave espacial alienígena que está desacelerando”, escribió el astrofísico, “entonces la anti-cola sería evidencia de una maniobra de ‘empuje de frenado’, que naturalmente cambiaría a una cola una vez completado el proceso de desaceleración”.
El científico aseguró que el cometa recibe una radiación de hasta 33 gigavatios al acercarse al Sol y que parte del material eyectado —dióxido de carbono, agua, cianuro y una aleación de níquel nunca vista en la naturaleza— podría tener un origen artificial. Aunque la hipótesis de una tecnología no humana divide a la comunidad astronómica, nadie discute que el 3I/ATLAS presenta propiedades químicas sin precedentes. Su desequilibrio elemental —con alto contenido de níquel y casi nada de hierro— no se corresponde con los cometas conocidos.
Un mensaje del pasado del cosmos

La antigüedad del 3I/ATLAS fascina tanto como su comportamiento. Con una edad estimada de 10.000 millones de años, el objeto proviene probablemente del disco grueso de la Vía Láctea, una región que alberga las estrellas más viejas de la galaxia.
Esa procedencia lo convierte en un testigo directo de la formación galáctica y en un registro intacto de los procesos químicos primordiales. Su estudio, señalan los investigadores, puede ofrecer información crucial sobre los materiales que existían antes de que el Sol y los planetas se formaran.
Los astrónomos lo describen como una máquina del tiempo que viaja entre estrellas. Cada análisis espectroscópico de su composición permite comparar su química con la de los cuerpos del Sistema Solar. Hasta ahora, los datos revelan un exceso de dióxido de carbono frente al agua, un patrón inusual que podría indicar una formación en entornos extremadamente fríos o bajo condiciones químicas muy distintas. Esa rareza, junto con su tamaño descomunal, plantea un dilema: para que un objeto así se formara fuera de nuestro sistema, deberían existir millones de cuerpos más pequeños similares, pero no se han detectado.

Esa falta de precedentes alimenta el misterio. Algunos científicos lo califican como un “ajuste extraordinario de la trayectoria”, debido a la precisión con que pasó cerca de Marte —a solo 2,7 millones de kilómetros— y su alineación con la órbita de Júpiter.
Para los investigadores del NOIRLab, la coincidencia resulta tan improbable que merece un seguimiento especial. No por un posible peligro, sino por las oportunidades de estudio que brinda. De hecho, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) lo incorporó recientemente a su lista de objetos prioritarios. “Si bien no representa una amenaza, el cometa 3I/ATLAS ofrece una gran oportunidad para que la comunidad del IAWN realice un ejercicio de observación debido a su prolongada visibilidad desde la Tierra y su alto interés para la comunidad científica”, indicó la organización.
Cómo seguir su viaje por el Sistema Solar
A medida que se aleja del Sol, el cometa volverá a ser visible desde la Tierra. En diciembre, cuando alcance su punto más cercano a nuestro planeta, los telescopios de todo el mundo apuntarán hacia él.

La NASA creó una herramienta interactiva llamada Eyes on the Solar System (“Ojos en el Sistema Solar”), que permite seguir en tiempo real la posición y el recorrido del 3I/ATLAS. En esa plataforma, los usuarios pueden observar su desplazamiento, simular distintas perspectivas del cielo y comparar su trayectoria con la de los planetas.
Por su parte, el sitio especializado The Sky Live ofrece un mapa estelar actualizado en el que se marcan con puntos amarillos las posiciones pasadas y futuras del cometa. Allí se puede consultar la distancia actual respecto a la Tierra y al Sol, además de los parámetros orbitales que se actualizan día a día.
Aunque no podrá verse a simple vista, los telescopios profesionales registrarán imágenes inéditas de un viajero que desafía las expectativas de la ciencia. La cámara HiRISE del orbitador de Marte ya captó fotografías de altísima resolución durante su paso por las cercanías del planeta rojo, pero su publicación se demoró por el cierre temporal del gobierno estadounidense. Los astrónomos esperan que esas imágenes ofrezcan pistas sobre la textura, el brillo y la composición superficial del cometa, así como sobre la fuente de su misteriosa emisión azul.

El 3I/ATLAS despertó más preguntas que respuestas. Su luz azulada, su temperatura inexplicable y su aparente cambio de dirección transformaron lo que parecía un simple cometa en un enigma interestelar.
Si es una reliquia del pasado cósmico o una evidencia de algo más, los próximos meses serán decisivos. Como escribió Loeb: “El color azul es algo que necesitamos comprender, no hemos tenido tiempo de averiguar la física que lo sustenta”.
En el cielo, el 3I/ATLAS sigue su ruta imposible, recordando a los astrónomos que, incluso en una era de telescopios gigantes y misiones interplanetarias, el universo todavía guarda secretos capaces de desafiar la lógica humana.
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