
La microbiota del suelo está formada por el conjunto de microorganismos que viven en la tierra, como bacterias, hongos y virus. Aquí, científicos descubrieron un mecanismo que puede ayudar a las plantas a resistir las sequías.
El estudio fue realizado por expertos de Reino Unido, Estados Unidos, México y Cabo Verde. Se publicó en la revista Nature Microbiology.
Los especialistas demostraron que la llamada memoria ecológica de los microbios del suelo puede mejorar la resiliencia de plantas nativas frente a la escasez de agua, aunque este efecto no se observó en el maíz.

El descubrimiento adquiere relevancia ante la creciente frecuencia e intensidad de las sequías por el cambio climático, que amenaza la agricultura y los ecosistemas naturales.
El hallazgo estuvo a cargo de investigadores de la Universidad de Nottingham del Reino Unido junto a colaboradores de la Universidad de Kansas, en los Estados Unidos, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente de Cabo Verde.
Microbiota del suelo, sequía y memoria ecológica

Las sequías prolongadas y más intensas, impulsadas por el cambio climático, representan una amenaza creciente para la productividad de los cultivos y la estabilidad de los ecosistemas.
El equipo de investigación partió de la hipótesis de que los microbios del suelo no solo se adaptan a las condiciones ambientales, sino que también pueden “recordar” eventos climáticos pasados, lo que influiría en su respuesta ante futuras sequías.
El objetivo principal fue analizar si la historia de lluvias de un suelo afecta a la composición y función de su microbiota, y si este “legado” microbiano puede modificar la respuesta de las plantas a la sequía.
Comprender estos mecanismos resulta esencial para el desarrollo de cultivos más resistentes y la protección de la biodiversidad, en un contexto donde la variabilidad climática exige nuevas soluciones para la agricultura y la gestión ambiental.
Memoria ecológica en acción

Para hacer la investigación, los científicos seleccionaron seis praderas de Kansas, Estados Unidos, que presentan un amplio gradiente de precipitaciones.
Analizaron la microbiota y los genes microbianos asociados a la historia de lluvias de cada suelo, utilizando técnicas de secuenciación y análisis genético avanzado.
En una fase experimental, sometieron a plantas como Zacate maicero (Tripsacum dactyloides) y al maíz a condiciones controladas de sequía. Emplearon suelos con diferentes legados de precipitación.
El experimento permitió observar cómo la memoria microbiana influía en la respuesta de las plantas al estrés hídrico.
Los resultados mostraron que la microbiota de suelos con historial de baja precipitación ayudó a la planta nativa a resistir mejor la sequía.

Según escribieron en Nature Microbiology, los resultados muestran “cómo la exposición histórica al estrés hídrico altera la microbiota del suelo, con consecuencias para la respuesta futura a la sequía de algunas especies vegetales”.
En cambio, el maíz no experimentó el mismo beneficio, lo que sugiere que la capacidad de aprovechar la memoria microbiana depende de cada especie.
El análisis genético reveló que la microbiota de suelos secos modificó la expresión de genes en las raíces de la planta nativa, especialmente aquellos relacionados con la eficiencia en el uso del agua y la transpiración.
Este efecto se mantuvo incluso después de cinco meses de sequía experimental. Esto demuestra la robustez de la memoria ecológica microbiana.
En el caso del maíz, la microbiota del suelo no logró estabilizar la respuesta a la sequía ni mejorar los rasgos fisiológicos clave, como sí ocurrió en la planta nativa.

El estudio sugiere que la coevolución entre las plantas nativas y los microbios locales podría explicar esta diferencia, ya que el maíz, al no ser originario de la región, no comparte la misma historia evolutiva con la microbiota del suelo.
Los científicos recomendaron profundizar en el estudio de la memoria ecológica microbiana para desarrollar estrategias que permitan mejorar la resiliencia de los cultivos frente a la sequía.
Entre las limitaciones del trabajo, se destaca que los resultados se basan en experimentos controlados y en un número limitado de especies vegetales.
Además, la transferencia de estos hallazgos a sistemas agrícolas a gran escala requerirá estudios adicionales.
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