Investigan dos misteriosos meteoritos que habrían caído a la Tierra desde el planeta más cercano al Sol

Dos rocas espaciales recuperadas en el desierto del Sahara sorprendieron a la comunidad científica. Con una composición mineralógica única, estos fragmentos han desatado una nueva línea de investigación que plantea la posibilidad de que provengan del planeta más cercano al Sol

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Dos meteoritos hallados en el
Dos meteoritos hallados en el Sahara podrían tener origen en Mercurio, según un nuevo estudio (crédito: NASA/Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins/Institución Carnegie de Washington)

En 2023, dos meteoritos recuperados en el desierto del Sahara despertaron un interés inusual entre científicos. Se trata de Northwest Africa 15915 (NWA 15915) y Ksar Ghilane 022 (KG 022), dos rocas espaciales cuya composición mineralógica no se asemeja a la de ningún otro meteorito clasificado hasta ahora. Su origen sigue sin confirmarse, pero un nuevo estudio sugiere una posibilidad tan audaz como intrigante: podrían haber sido expulsados desde Mercurio, el planeta más cercano al Sol.

El nuevo análisis, publicado en la revista científica Icarus y liderado por Ben Rider-Stokes, investigador en meteoritos acondríticos en The Open University del Reino Unido, examinó en detalle la estructura y el contenido mineral de ambas muestras, utilizando técnicas avanzadas de espectroscopía, microscopía electrónica y análisis isotópico.

“Estos meteoritos ofrecen la oportunidad de estudiar las propiedades espectrales de superficies extraterrestres con una mineralogía única”, escriben los autores en el artículo.

Minerales raros y una edad ancestral

Lo que distingue a NWA 15915 y KG 022 es su composición dominada por piroxenos sin hierro, olivino igualmente pobre en hierro y sulfuros poco comunes como la oldhamita, según los autores. Ellos plantearon que esta combinación no se encuentra en ningún otro meteorito clasificado, y difiere incluso de los aubritas, un tipo de meteorito que también es rico en enstatita pero carece de clinopiroxeno como mineral dominante.

Las rocas espaciales NWA 15915
Las rocas espaciales NWA 15915 y KG 022 presentan una composición mineral única y una antigüedad excepcional crédito: NASA/Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins/Institución Carnegie de Washington

Los análisis también indican que ambas rocas se formaron hace aproximadamente 4.528 millones de años, una antigüedad que supera por unos 500 millones de años la edad estimada de la mayoría de las superficies visibles en Mercurio. Esta diferencia temporal es una de las razones por las que algunos científicos aún mantienen reservas sobre su posible origen.

Sin embargo, según el investigador, esas cifras se basan en estimaciones indirectas, como el conteo de cráteres, y no en dataciones absolutas. Por lo tanto, no descarta que los meteoritos provengan de zonas más antiguas de la corteza de Mercurio, hoy desaparecidas de la superficie visible.

La hipótesis se apoya, en parte, en los datos recolectados por la sonda MESSENGER de la NASA, que orbitó Mercurio entre 2011 y 2015. Esta misión detectó una superficie inusualmente pobre en hierro y rica en sulfuros, con alta presencia de olivino y piroxeno, tal como se observa en NWA 15915 y KG 022.

Vista de Mercurio obtenida a
Vista de Mercurio obtenida a partir de imágenes de la misión principal de MESSENGER crédito: NASA/Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins/Institución Carnegie de Washington

Además, el albedo geométrico de KG 022 (0,41) es significativamente más alto que el de los asteroides tipo D, que rara vez superan 0,05. Esta reflectancia atípica refuerza la idea de que su origen podría estar en un planeta, y no en un asteroide común del cinturón principal.

“La mineralogía de estos meteoritos es consistente con la inferida para la superficie de Mercurio: minerales máficos ricos en magnesio, plagioclasa y oldhamita”, señala el estudio.

Dudas, antecedentes y el rol de BepiColombo

No es la primera vez que se intenta vincular un meteorito con Mercurio. En 2012, un fragmento llamado NWA 7325 generó entusiasmo por su posible origen en el planeta interior, pero análisis posteriores revelaron un exceso de cromo incompatible con los datos conocidos. También se ha sugerido que las aubritas podrían provenir del manto de Mercurio, aunque sus características químicas tampoco coinciden del todo con las observaciones orbitales.

El análisis sugiere similitudes entre
El análisis sugiere similitudes entre los meteoritos y la superficie de Mercurio, apoyadas por datos de la sonda MESSENGER (Imagen Ilustrativa Infobae)

La llegada de la sonda BepiColombo, una misión conjunta de la ESA y JAXA, prevista para entrar en órbita alrededor de Mercurio a finales de 2026, será clave para avanzar en esta discusión. Sus instrumentos permitirán obtener datos espectrales y geoquímicos de alta resolución, lo que podría confirmar o descartar similitudes con las rocas analizadas.

Para Rider-Stokes, este tipo de muestras no solo son valiosas por lo que pueden revelar sobre Mercurio, sino también por lo que implican para el estudio de los materiales primigenios del sistema solar.

La mirada de los científicos

A pesar de los indicios prometedores, la comunidad científica mantiene una postura cautelosa. El geofísico Sean Solomon, investigador principal de la misión MESSENGER y profesor en la Universidad de Columbia, expresó sus reservas: “Creo que los dos meteoritos descritos en el artículo reciente probablemente no se originaron en Mercurio”. Su principal argumento es la diferencia en la edad con respecto a la corteza conocida del planeta.

No obstante, Solomon reconoció que las rocas “comparten muchas características geoquímicas con los materiales de la superficie de Mercurio, incluyendo poco o nada de hierro… y la presencia de minerales ricos en azufre”.

La comunidad científica mantiene cautela
La comunidad científica mantiene cautela ante la hipótesis mercuriana por diferencias en la edad de las muestras (Imagen Ilustrativa Infobae)

Por su parte, Olivier Namur, de la Universidad de Lieja, sostuvo que “la posibilidad de contar con análogos terrestres para la superficie de Mercurio es fundamental para interpretar los datos que traerá BepiColombo”. En tanto, Francesca Capria, astrofísica del INAF en Italia, subrayó “la necesidad de combinar datos de laboratorio, telescopios y misiones espaciales”.

Según Solomon, los meteoritos marcianos solo fueron reconocidos tras coincidir químicamente con los datos obtenidos por las sondas Viking en la década de 1970. Lo mismo ocurrió con las muestras lunares, a pesar de que las misiones Apolo y Luna ya habían traído rocas a la Tierra.

Rider-Stokes tiene previsto presentar sus resultados y debatirlos con colegas en la reunión anual de la Sociedad Meteorítica, que se celebra esta semana en Perth. Mientras tanto, la incógnita permanece abierta: ¿son estos dos fragmentos testigos de un pasado perdido de Mercurio, o representan los restos de planetesimales primitivos que ya no existen en el sistema solar?

“Por el momento, no podemos demostrar definitivamente que no provienen de Mercurio, así que hasta que eso se haga, creo que estas muestras seguirán siendo un tema importante de debate en la comunidad científica planetaria”, concluyó Rider-Stokes.

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