
Un nuevo dinosaurio del tamaño de un perro como el beagle o el border collie sorprende y fascina por igual.
Lo llamaron Enigmacursor mollyborthwickae, y es una especie ágil y pequeña que vivió en América del Norte hace más de 145 millones de años. Sus restos cuentan una historia distinta entre los dinosaurios pequeños.
La investigación fue liderada por la profesora Susannah Maidment y el profesor Paul Barrett del Museo de Historia Natural de Londres, en el Reino Unido, junto a un equipo que recurrió a tecnología avanzada para examinar el esqueleto. El descubrimiento fue publicado en la revista Royal Society Open Science.
Para los científicos, el esqueleto del dinosaurio representa “el más completo nombrado de su clase” y sirve de guía para comprender a todos los dinosaurios ligeros que hasta ahora permanecían ocultos bajo tierra.

El cuerpo de Enigmacursor medía cerca de un metro de largo y no llegó a convertirse en adulto, lo que se ve reflejado en varios de sus huesos que no habían terminado de fusionarse.
Vivía en los alrededores de ríos y llanuras del Jurásico Tardío y debía moverse ágilmente para esquivar a depredadores gigantes.
“Sus largas piernas le permitían a este pequeño herbívoro escapar de los peligros, siempre manteniéndose un paso adelante de sus depredadores”, señalaron los autores del estudio.
En diálogo con Infobae, el doctor Fernando Novas, investigador del Conicet en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, comentó tras leer el trabajo: “El Período Jurásico representó un momento de enorme expansión y diversidad de los dinosaurios. Se registraron las primeras formas gigantes, tanto entre los herbívoros como los carnívoros”.

Sin embargo, “el rol de herbívoros pequeños fue mayoritariamente cumplido por un grupo de dinosaurios llamados ornitisquios, como es el caso de este nuevo género llamado Enigmacursor. En la Patagonia argentina, Antártida, África y Australia también fueron hallados dinosaurios de este linaje. Eso revela claramente que los ornitisquios pequeños a medianos fueron abundantes y diversos también en los continentes del hemisferio sur", explicó.
Además, el científico añadió: “Seguramente, nuevas exploraciones que se realicen en la Argentina en los próximos años permitirán documentar mucho más de cómo fue la historia evolutiva de estos formidables reptiles extinguidos”.
Qué quiere decir el nombre

Los investigadores consideraron esa característica para ponerle nombre. La palabra Enigmacursor se deriva de dos partes: enigma, que significa “misterio”, y cursor, que significa “corredor” en latín.
El equipo seleccionó ese nombre porque el dinosaurio representaba un verdadero misterio científico y, por sus patas largas y su cuerpo liviano, era un corredor muy rápido. Así, Enigmacursor quiere decir “corredor misterioso”.
La segunda parte del nombre, mollyborthwickae, es un homenaje a Molly Borthwick, quien realizó una donación que permitió comprar y mostrar el esqueleto en el Museo.
Qué se sabía de los pequeños dinosaurios

Durante mucho tiempo, los paleontólogos centraron su atención en los dinosaurios gigantes y espectaculares de la Formación Morrison, como Stegosaurus y Diplodocus, dejando en segundo plano a los más pequeños.
Esa formación se encuentra en el oeste de Estados Unidos y es una región geológica muy extensa. Durante el periodo Jurásico Tardío, hace unos 150 millones de años, esta zona estaba cubierta por ríos y llanuras inundadas.
Durante mucho tiempo los huesos diminutos no despertaron mucho interés de los investigadores ni del público. Así, animales ágiles y pequeños pasaron desapercibidos en los registros fósiles.
El primer intento de clasificar a uno de estos pequeños dinosaurios comenzó en 1877, cuando se dio el nombre de Nanosaurus a unos huesos encontrados en la arena endurecida de Colorado.

“Nanosaurus no fue nombrado sobre muchos huesos fosilizados, sino principalmente impresiones preservadas en arena endurecida que resultan muy difíciles de estudiar”, recordó el profesor Paul Barrett.
Esto llevó a que diferentes fósiles de distintas partes y tiempos se agruparan bajo el mismo nombre, sin certezas sobre si realmente pertenecían a la misma especie.
El problema que surgió de estas decisiones recibe el nombre de “enredo taxonómico”: restos de animales diferentes se asignaron al mismo nombre e hicieron difícil el trabajo científico.
Sin nuevas herramientas ni análisis modernos, los paleontólogos tuvieron grandes complicaciones para separar los huesos y reconstruir el árbol genealógico.
El objetivo del nuevo estudio fue repensar esos fósiles pequeños. Los autores analizaron cada hueso con técnicas actuales, compararon datos y recurrieron a la tecnología 3D.

Buscaron responder a una pregunta básica y crucial: ¿a quién pertenecen en verdad estos restos históricos? Así fue como pudieron distinguir a Enigmacursor y darle su nombre definitivo.
Esto significa que Enigmacursor y Nanosaurus eran pequeños dinosaurios herbívoros cuyas partes fósiles se confundieron durante mucho tiempo. La investigación demostró que Enigmacursor merece un nombre propio porque sus huesos son distintos a los históricos asignados a Nanosaurus.
Cómo se hizo el estudio

Los huesos de Enigmacursor se encontraron entre 2021 y 2022 en tierras privadas de Estados Unidos. Fueron adquiridos legalmente por el museo, donde el equipo de expertos comenzó el análisis.
Estudiaron las partes de las patas, cadera, columna y brazos, observando detalles únicos y diferencias fundamentales respecto a otros dinosaurios cercanos.
El uso de escaneos 3D permitió digitalizar el esqueleto y compartir los datos con paleontólogos del mundo entero.
Durante el estudio, confirmaron que “Enigmacursor probablemente no era muy viejo, ya que no parece tener muchas de sus arcos neurales fusionadas en su sitio”, detalló Barrett.
Los científicos encontraron signos de que era un animal joven, aún en crecimiento.

El análisis reveló rasgos en las piernas y cadera que no coincidían con Nanosaurus y que justificaron la creación de un nuevo nombre y una nueva especie. También comprobaron que el esqueleto no tenía señales de enfermedad ni marcas de ataque.
El estudio enfrenta limitaciones ligadas al estado del fósil antes de su llegada al museo. Muchas características quedaron cubiertas por la técnica de preparación, lo que dificulta saber con exactitud la edad y la causa de muerte del animal.
“No hay señales evidentes de heridas o enfermedades en los huesos”, informó el equipo. Además, los investigadores creen que existen otros esqueletos similares esperando descripción formal en museos de todo el mundo.
El grupo planea analizar esos restos y sumar nuevos descubrimientos a partir de los avances tecnológicos. “Enigmacursor muestra que todavía hay mucho por descubrir incluso en esta región bastante estudiada”, sostuvo Maidment.
Consultado por Infobae, el paleontologo Sebastián Apesteguía, investigador del Conicet y la Fundación Azara en la Argentina, especificó que en América del Sur hay varias especies que pertenecen al grupo de los ornitisquios como Enigmacursor.
Los ornitisquios fueron dinosaurios herbívoros que se caracterizaban por tener una pelvis parecida a la de las aves y muchas veces presentaban picos o estructuras para alimentarse de plantas.

“Uno de ellos es Manidens condorensis, que vivió entre 171 a 167 millones de años atrás en el actual territorio de la provincia argentina de Chubut. Otro fue Jakapil kaniukura, un ornitisquio tireóforo basal, que vivió hace aproximadamente entre 97 y 94 millones de años, en lo que hoy es Río Negro“, recordó.
El experto resaltó que “durante el Período Cretácico (que fue después del Jurásico) el grupo de los ornitisquios se diversificó mucho más y dio lugar a anquilosaurios, estegosaurios e iguanodontes variados”.
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