
En la exploración marciana, cada metro recorrido puede significar un salto de millones de años hacia atrás en la historia geológica del planeta.
Eso es precisamente lo que está ocurriendo con la llegada del rover Perseverance a una zona recientemente alcanzada llamada Krokodillen, un terreno rocoso ubicado en la ladera inferior del cráter Jezero que podría contener algunas de las rocas más antiguas de Marte. Allí, los científicos esperan encontrar pistas que permitan reconstruir los primeros ambientes del planeta rojo e, incluso, buscar indicios de vida primitiva.
Krokodillen debe su nombre a una cresta montañosa de Noruega, ubicada en la isla Prins Karls Forland, y se traduce como “el cocodrilo”. La región se extiende a lo largo de 30 hectáreas y marca un punto clave entre las formaciones rocosas del borde del cráter Jezero y las planicies exteriores.

Su valor científico se relaciona con la posibilidad de hallar vestigios del período Noéico, la era más antigua conocida en la historia marciana, cuando el planeta todavía tenía agua líquida en la superficie.
Los primeros indicios recogidos por el equipo de la NASA son alentadores. El lecho rocoso contiene minerales arcillosos, cuya formación requiere agua, lo que plantea que la región estuvo expuesta a condiciones húmedas en el pasado. Esa característica es central, ya que las arcillas en la Tierra también actúan como preservantes de compuestos orgánicos, moléculas clave para la vida.
Además, el equipo identificó señales de carbonatos y olivino. El primero, vinculado a procesos acuosos con dióxido de carbono disuelto, funciona como excelente conservante de microfósiles. El segundo, más común en rocas ígneas, indica procesos volcánicos antiguos que también forman parte del rompecabezas ambiental.

Ken Farley, científico adjunto del proyecto Perseverance en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), explicó que esta exploración puede ser decisiva para ampliar la comprensión sobre las condiciones que reinaron en los orígenes del planeta rojo.
“Los últimos cinco meses han sido un torbellino geológico. A pesar del éxito de nuestra exploración de Witch Hazel Hill, nuestra investigación de Krokodillen promete ser igual de convincente”, sostuvo el experto.
Desde su punto de vista, si se encontraran biofirmas en esta zona, podrían pertenecer a una etapa totalmente distinta y mucho más temprana de la evolución marciana. “Las rocas de Krokodillen se formaron antes de la creación del cráter Jezero, durante el período geológico más temprano de Marte, el Noé, y se encuentran entre las rocas más antiguas de Marte”, agregó.

Un sitio para buscar vida
La exploración de Krokodillen tiene múltiples objetivos. Por un lado, permite estudiar los minerales que se encuentran en las capas más profundas y antiguas de la corteza marciana. Por otro, ofrece una plataforma para identificar señales químicas que podrían ser compatibles con actividad microbiana antigua.
Estas biofirmas potenciales ya fueron detectadas en 2024 por el mismo rover en el sitio llamado Cataratas Cheyava, donde ciertas rocas presentaban estructuras y compuestos compatibles con procesos biológicos. No obstante, en aquel caso, los científicos no lograron descartar por completo un origen geológico para esos elementos.
En Krokodillen, las expectativas se renuevan. La zona, al haber permanecido protegida bajo capas más recientes, podría conservar con mayor integridad rastros que permitan diferenciar con más claridad si las señales son biológicas o no. Esa posibilidad, sin embargo, no se puede confirmar únicamente con los instrumentos a bordo del rover.

Por esa razón, Perseverance está recolectando núcleos de roca que algún día podrían regresar a la Tierra y ser analizados en laboratorios más sofisticados. El futuro de ese retorno de muestras permanece incierto.
Mientras tanto, la estrategia de muestreo fue modificada para adaptarse a este nuevo contexto. Katie Stack Morgan, científica interina del proyecto Perseverance del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, detalló que se decidió mantener algunos tubos de muestra sin sellar para poder descartarlos en caso de que aparezcan formaciones geológicas más prometedoras.
“Llevamos más de cuatro años explorando Marte, y cada tubo de muestra lleno que llevamos a bordo tiene una historia única y fascinante que contar”, afirmó. De los 43 tubos con los que cuenta el rover, 38 están destinados a recolectar muestras, mientras que los cinco restantes funcionan como controles de contaminación. Hasta el momento, se recolectaron 26 núcleos de roca, de los cuales 25 fueron sellados. El único sin sellar contiene material de Bell Island, un afloramiento con pequeñas esférulas que podría ser reemplazado si se detectan elementos más valiosos en el futuro.

El equipo evaluó rigurosamente si dejar un tubo sin sellar podía afectar la integridad de las muestras. La respuesta fue negativa. Las condiciones internas del rover son extremadamente controladas, y cada tubo está alojado en un contenedor individual que impide la contaminación cruzada.
Aun así, Stack Morgan reconoció que aunque existe la posibilidad de que cualquier material restante en el tubo de la muestra anterior entre en contacto con el exterior de una nueva muestra, “es una preocupación mínima y un intercambio valioso por la oportunidad de recolectar las mejores y más convincentes muestras cuando las encontremos”.
Krokodillen y el legado de la misión Perseverance
El sitio de Krokodillen también representa un hito en la trayectoria del rover, que el pasado 9 de mayo cumplió su día número 1500 de operaciones sobre la superficie marciana.
Desde su aterrizaje en febrero de 2021, Perseverance recorrió diversos puntos del cráter Jezero y sus alrededores. A lo largo del camino, recolectó regolito, polvo atmosférico y núcleos de roca, además de haber transportado al helicóptero Ingenuity, que protagonizó el primer vuelo propulsado en otro planeta.

Ahora, con la mirada puesta en formaciones geológicas más antiguas, la misión entra en una fase crítica. Las arcillas y carbonatos detectados son clave para determinar si Marte alguna vez fue habitable. Más aún, si existieron condiciones adecuadas para la vida en un período tan remoto como el Noéico, eso abriría nuevas hipótesis sobre la evolución temprana del planeta.
Lindsay Hays, científica del programa de astrobiología de la NASA, sostuvo que la búsqueda de biofirmas requiere de múltiples líneas de evidencia y de futuras investigaciones. En este sentido, el trabajo de Perseverance es preliminar, pero fundamental.
Actualmente, el rover se encuentra en un sector específico de Krokodillen conocido como Copper Cove, donde analiza un conjunto de rocas que podrían haber sobrevivido intactas desde los inicios geológicos del planeta.

Los estudios se enfocan en su composición mineral, estructura interna y en la posibilidad de que hayan estado en contacto con agua. De confirmarse que estos afloramientos contienen firmas orgánicas preservadas en arcilla o carbonato, estaríamos frente a uno de los descubrimientos más relevantes desde que comenzó la exploración robótica de Marte.
Aunque la confirmación definitiva solo podrá lograrse con el análisis en la Tierra, el equipo de la NASA considera que el enfoque adoptado maximiza las probabilidades de éxito. La decisión de mantener flexibilidad en el almacenamiento de muestras responde a esa lógica: conservar solo lo mejor, y estar preparado para adaptarse si aparece una oportunidad inesperada. Desde el punto de vista operativo, el proyecto se mantiene activo, con nuevos recorridos previstos y análisis pendientes en zonas aún no exploradas dentro de Krokodillen.
A más de cuatro años de su llegada al cráter Jezero, Perseverance sigue cumpliendo con su objetivo original: reconstruir la historia ambiental de Marte y ofrecer datos que permitan, algún día, saber si la vida existió en el planeta rojo. Con cada muestra recolectada, la misión suma una pieza más al rompecabezas. Y en Krokodillen, ese rompecabezas podría empezar a mostrar una imagen más clara.
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