El noroeste de España fue el escenario de un increíble y bizarro hallazgo que data de hace 83 millones de años. Un grupo de investigadores se topó con los restos de una tortuga Leviathanochelys aenigmatica, una de las mayores de las que se tiene constancia, que habitó en los mares subtropicales que bañaban las costas del archipiélago europeo de entonces y que desafiaba las peligrosas aguas.
Este inusual reptil (la revista especializada Nature calificó el hallazgo de “bizarro”) tenía una longitud de 3,7 metros y pesaba algo menos de dos toneladas; su tamaño era similar al de un auto Mini Cooper. Se trata, entonces, de la mayor tortuga conocida en Europa, que vivió en el período Cretácico -el último de la era de los dinosaurios-.
Los científicos desenterraron los restos fósiles cerca del pueblo de Coll Nargó, en la zona catalana de Alt Urgell, luego de que un excursionista diera aviso de estos esqueletos que sobresalían del suelo en las montañas del sur de los Pirineos.
Hasta el momento se han encontrado evidencias de la parte posterior de su caparazón y la mayoría de su cintura pélvica, aunque no se han encontrado restos del cráneo, la cola o las extremidades.

Según delatan las piezas, el animal tenía también un caparazón liso similar al de las tortugas laúd -de 2,35 metros de largo y 2,2 metros de ancho-. Todas estas condiciones habrían hecho a la Leviathanochelys ideal para la vida en el océano abierto, con la necesidad de regresar a la tierra firme en aisladas ocasiones, como para poner huevos.
Los científicos observaron también protuberancias óseas en la parte delantera de la pelvis, que difiere de cualquier otra especie de tortuga marina conocida hasta ahora, por lo que se trata de un linaje recién descubierto.
Además, da cuenta del gigantismo en las tortugas marinas que se desarrolló de forma independiente en linajes separados del Cretácico en América del Norte y en Europa.
La Leviathanochelys aenigmatica es más pequeña que la tortuga más grande de la actualidad -la tortuga laúd- que puede alcanzar los dos metros de longitud y es conocida por sus maratonianas migraciones marinas. A su vez, la Leviathanochelys casi iguala a la mayor tortuga de la que se tiene registro -la Archelon- que vivió hace unos 70 millones de años y alcanzó los 4,6 metros de longitud.
“Leviathanochelys era tan larga como un Mini Cooper, mientras que Archelon tenía el mismo tamaño que un Toyota Corolla”, dijo el paleontólogo y coautor del estudio Albert Sellés, del Institut Català de Paleontología (ICP), un centro de investigación afiliado a la Universidad Autónoma de Barcelona.
La comparación de estos animales con automóviles resulta útil para entender el entorno en el que vivían, con el peligroso tráfico del antiguo mar de Tetis. Allí habitaban enormes reptiles marinos con poderosas mandíbulas, llamados mosasaurios, quienes eran los mayores depredadores y superaban -en algunos casos- los 15 metros de longitud. Los registros dan cuenta, asimismo, de tiburones, rayas y reptiles marinos de cuello largo llamados plesiosaurios.
“Atacar a un animal del tamaño de Leviathanochelys posiblemente sólo podría haber sido hecho por grandes depredadores en el contexto marino. En aquella época, los grandes depredadores marinos de la zona europea eran principalmente tiburones y mosasaurios”, se explayó Oscar Castillo, estudiante del máster de paleontología de la Universitat Autònoma de Barcelona y autor principal del estudio publicado en la revista Scientific Reports.
Durante el Cretácico, las tortugas marinas tendieron a aumentar su tamaño corporal, por lo que la Leviathanochelys y la Archelon “podrían representar el ápice de este proceso”, continuó Castillo. La razón de ello serían las presiones depredadoras.
Otras especies de tortugas de gran tamaño que se han registrado son Protostega y Stupendemys, ambas de unos 4 metros de longitud. La primera vivió en el Cretácico -hace unos 85 millones de años- y es prima de la posterior Archelon, con quien compartió el gran mar interior que en aquella época dividía América del Norte en dos. La segunda, en tanto, merodeaba por los lagos y ríos del norte de Sudamérica hace unos siete a trece millones de años, durante la época del Mioceno.
(Con información de Reuters)
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