
Mientras el mundo avanza en la inmunización de sus poblaciones en una especie de carrera contra el virus que, tal como está en su naturaleza, continúa mutando para reproducirse y “sobrevivir”, identificar y rastrear las nuevas variantes es una de las claves para ponerle fin a la pandemia.
La publicación de la primera secuenciación del genoma del SARS-CoV-2 en enero de 2020, al inicio de la pandemia, permitió identificarlo como un nuevo coronavirus y empezar a desarrollar tests de diagnóstico y vacunas.
Desde entonces, decenas de miles de secuencias han sido descargadas en bases de datos públicos, lo que permitió observar las mutaciones con una precisión y velocidad jamás alcanzadas antes.
La secuenciación genética es una tecnología que permite conocer y descifrar el código genético que tienen todos los seres vivos. Se trata de “leer” ese código, que contiene información imprescindible para su desarrollo y funcionamiento, como si de un libro de instrucciones genéticas se tratase. Estas señas de identidad, que definen las características y la “firma genética” de los organismos biológicos, vienen inscritas en moléculas llamadas ácidos nucleicos.
“La creciente diversidad de variantes del SARS-CoV-2 y la potencial alta capacidad de infección de algunas nuevas cepas subraya la necesidad de identificar y rastrear las mutaciones en todo el genoma viral”, subrayan los expertos.
Y según analizan, “la falta de secuenciación de las variantes del SARS-CoV-2 por parte de los EEUU y otros países está poniendo en peligro la respuesta global a la pandemia de COVID-19”. En opinión de Dana Crawford, investigadora de la Universidad Case Western Reserve, en un nuevo punto de vista publicado en la revista PLOS Genetics, “la vigilancia es esencial para una respuesta rápida y exitosa a los brotes de enfermedades, pero la vigilancia de la salud pública se centró tradicionalmente en el seguimiento del número de casos, las hospitalizaciones y las muertes”.

Para ella, “los avances en la secuenciación del genoma ahora permiten rastrear la variación genética en los virus en evolución con un detalle sin precedentes. Sin embargo, a pesar de la disponibilidad de secuenciación en varios países, la adopción de la genómica como estrategia para vigilar el virus SARS-CoV-2, que causa COVID-19, fue lenta, difícil e inconsistente”.
Según señaló Crawford, a principios de abril de 2021, EEUU ocupaba el puesto 33 en el mundo en secuenciación del SARS-CoV-2 para la vigilancia de variantes. Y reconoció que “históricamente, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) no han priorizado la investigación genómica para la salud pública”.
La experta citó fondos insuficientes, la falta de un sistema de seguimiento de muestras eficaz y regulaciones estrictas sobre el intercambio de muestras y datos como las causas de los esfuerzos de secuenciación inadecuados como las principales causas de esta falencia, al tiempo que sostuvo que “otros países, como China y el Reino Unido, han superado con éxito estos desafíos”.

Los CDC comprometieron recientemente más de 200 millones de dólares para mejorar la secuenciación, pero Crawford consideró que esta inversión -para ella “tardía”- significa que los EEUU carece de una base de datos organizada de información de pacientes para los estudios de COVID-19. Y advirtió que las inversiones en genómica del SARS-CoV-2 “deben continuar y expandirse, ya que es probable que surjan nuevas variantes debido a la variabilidad en las tasas de vacunación y la adherencia a las precauciones de COVID-19 en todo el mundo”.
Dado que el SARS-CoV-2 es una nueva enfermedad zoonótica sin infecciones humanas previas, Crawford sostuvo que “la secuenciación y el análisis son vitales para comprender tanto la trayectoria del brote como su evolución”. “También se necesitan urgentemente disposiciones para vincular los datos genéticos con las fuentes de datos clínicos y epidemiológicos para la investigación en salud pública”, consideró, al tiempo que destacó que “aún se necesitan esfuerzos de secuenciación internacional en curso para comprender y responder a este virus en continua evolución que no conoce fronteras internacionales”.
“El control de COVID-19 requiere datos genómicos y de salud pública del patógeno del huésped casi en tiempo real para rastrear cómo ha evolucionado el SARS-CoV-2 y cómo esta evolución afecta la transmisión y la gravedad de la enfermedad -agregó Crawford-. Los esfuerzos de secuenciación de los Estados Unidos y el mundo han sido muy pocos y demasiado inconexos, lo que subraya la necesidad de comprometerse con la genómica humana e integrar sus tecnologías en las respuestas de salud pública a las enfermedades infecciosas emergentes”.
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