
La dictadura cubana reconoció este lunes las “dificultades financieras” que atraviesa la isla, pero prometió un “entorno más dinámico y más transparente”, con “más facilidades y garantías” para la inversión extranjera, durante la apertura de la 41ª Feria Internacional de La Habana (FIHAV), la principal vitrina comercial del país.
El vice primer ministro y titular de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Oscar Pérez-Oliva Fraga, afirmó que los problemas de liquidez “son una realidad”, aunque insistió en la “determinación” del régimen de superarlos y agradeció la “confianza” de las empresas que mantienen operaciones en la isla.
Según detalló, la dictadura asegura que está dando “pasos firmes para modernizar la economía” y ofrecer reglas de juego más claras para quienes “apuestan por el futuro del país”, en un momento en que la credibilidad de La Habana se ve golpeada por decisiones unilaterales sobre el acceso a divisas.
En los últimos meses, las autoridades han comunicado a múltiples compañías extranjeras que no podrán repatriar ni extraer en efectivo los depósitos en divisas que mantienen en bancos cubanos, en algunos casos por montos de varios millones de dólares.
Esa misma restricción se trasladó la semana pasada al cuerpo diplomático: embajadas y misiones extranjeras fueron advertidas de que, por ahora, tampoco pueden transferir al exterior ni retirar en efectivo los fondos que tienen en moneda dura en la isla.
Pese a este cuadro, la FIHAV ha convocado a 715 empresas de 52 países, incluidas delegaciones de aliados políticos como Rusia, China y Venezuela, pero también de Europa y América Latina.

La feria, que se celebra en el recinto de Expocuba a las afueras de la capital, vuelve a situarse en el centro de la estrategia oficial para atraer inversión foránea, después de que ediciones recientes estuvieran marcadas por la pandemia y por el impacto de fenómenos meteorológicos que incluso forzaron la suspensión del evento en 2024.
El régimen apuesta en esta edición por sectores considerados prioritarios para obtener divisas y aliviar la crisis estructural: energías renovables —clave en un sistema eléctrico al borde del colapso— y turismo, que sigue muy por debajo de los niveles previos a la covid-19 pero continúa siendo una fuente esencial de ingresos.
La economía cubana encadena cinco años de deterioro. El propio ministro de Economía, Joaquín Alonso, reconoció recientemente ante la Asamblea Nacional que el producto interno bruto se contrajo un 1,1 % el último año y que el país acumula una caída cercana al 10 % desde 2019, con una merma de alrededor del 30 % en los ingresos en divisas y fuertes retrocesos en agricultura, ganadería, minería y manufacturas.
Diversos estudios académicos y de centros especializados describen una crisis agravada por tres factores que se retroalimentan: las sanciones de Estados Unidos, que restringen el acceso a créditos y mercados; el impacto prolongado de la pandemia sobre el turismo; y el fracaso de las reformas internas para estabilizar precios y unificar el sistema cambiario.

La escasez crónica de divisas limita las importaciones de combustible, alimentos e insumos industriales y refuerza la tentación del régimen de imponer controles más severos sobre la moneda dura que aún circula por el sistema bancario.
En la vida cotidiana, este entramado se traduce en largas colas para adquirir productos básicos, encarecimiento de la cesta alimentaria, desabastecimiento de medicinas y apagones que pueden durar más de una decena de horas al día en distintas provincias.
La red eléctrica, envejecida y con escasa inversión, ha sufrido apagones nacionales en cadena y fallas de gran alcance que han dejado a millones de personas sin luz y han alimentado episodios de protesta social en los últimos años.
Al mismo tiempo, Cuba vive una de las oleadas migratorias más intensas desde el llamado “Período Especial” de los años noventa. Cientos de miles de cubanos han abandonado la isla en los últimos cinco años, muchos a través de rutas irregulares hacia Estados Unidos y otros destinos. La fuga de mano de obra cualificada y joven añade presión a un tejido productivo ya debilitado.
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