
Cuando los policías ingresaron a esa celda del Penal de Libertad –una de las cárceles más peligrosas de Uruguay–, encontraron a uno de los presos que la habitaba parado y nervioso. El otro presidiario estaba quieto, tirado en el suelo y con las manos atadas en la espalda. Había charcos y manchas de sangre en las paredes y los colchones. Arriba del cuerpo, una nota: “Luisito 666 ja ja ja”.
—Yo lo maté, estaba de vivo —le dijo Luis Enrique González, Luisito, a los policías, según el caso informado por El País.
Era el 23 de junio de 2023, cerca de la medianoche. Los funcionarios del Penal de Libertad habían ingresado a esa celda porque escucharon un golpeteo generalizado desde ese lugar. A los funcionarios les llamó la atención la gran cantidad de heridas que tenía la persona que estaba en el suelo. Una autopsia confirmó que fueron más de 100 las puñaladas que Luisito le dio con cortes carcelarios. Y había un detalle que hacía más macabra a esta escena: la víctima estuvo a pocos centímetros de ser decapitada.
González, el agresor, era una persona con un trastorno de personalidad antisocial, con escasa empatía y tendencia a transgredir normas.

El caso fue investigado por la Fiscalía de Libertad (del departamento de San José), que pidió que se le imponga al agresor la pena máxima que establece el Código Penal uruguayo, 30 años. Además, solicitaron nueve años de medidas eliminativas de seguridad, por el peligro que representaba este delincuente.
La defensa de González, en cambio, aseguró que él también podría haber muerto, de acuerdo a documentos judiciales consignados por el diario uruguayo. “Las condiciones de reclusión son inhumanas, personas con delitos graves son alojados en la misma celda”, planteó el abogado. Para él, lo que sucedió era una “cuestión de tiempo”: “Uno de los dos iba a terminar muerto y el Estado lo sabe”.
Luisito dijo que no conocía a su compañero de celda y expresó que habían compartido espacio durante una semana. Los dos presos comenzaron a tener problemas de convivencia. Cuando se enteró que le había cortado la cabeza a otra persona, decidió matarlo. Creía que, estando en el mismo lugar, él tenía el mismo riesgo.

La jueza condenó a González a 28 años de prisión y cinco de medidas eliminativas por un homicidio muy especialmente agravado con un delito de vilipendio de cadáver agravado. La defensa apeló el fallo, pero un Tribunal de Apelaciones confirmó la sentencia de primera instancia. Lo único que cambió fue que las medidas eliminativas sean de entre uno y cinco años.
“La gravedad de los hechos es palmaria”, consideraron los ministros del Tribunal. Además, notaron que González nunca mostró arrepentimiento por lo que había realizado y que tuvo una “frialdad extrema” para ejecutar su acción.
Luisito tiene 24 años y estaba preso por dos asesinatos. Uno de estos ocurrió en 2018 y fue el del golfista Antony Macaris, que fue asesinado cuando intentaban rapiñarlo.
La víctima del asesinato en la cárcel tenía 30 años. Se llamaba Marcos Hermida y cumplía una pena de 11 años y 11 meses por haber sido coautor de un homicidio y autor de tráfico interno de armas de fuego. En el asesinato del que participó, la víctima había sido un joven de 25 años. Su cabeza fue encontrada dentro de una bolsa de nylon en una cuneta, recuerda El País. El resto del cuerpo apareció en un lago días después.
Esta muerte fue una de las tantas que se ha registrado en el sistema carcelario uruguayo, que atraviesa un momento crítico. La mayoría de los centros penitenciarios tienen hacinamiento, que termina derivando en violencia y descontrol. La alimentación –de acuerdo a informes– es pésima y la atención en salud es débil.
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