
En el restaurante del Hotel Georgetown Inn, en Washington D.C., los empleados saludan con familiaridad a Ivonne Baki, exembajadora de Ecuador en Estados Unidos. Su presencia en ese espacio, habitual desde hace años, refleja su prolongada trayectoria diplomática. Baki ha ocupado distintos cargos públicos y diplomáticos y ha participado en momentos clave de la relación bilateral entre Ecuador y Estados Unidos.
El 11 de junio de 2025, recibió a Infobae tras concluir una reunión de alto nivel. En la conversación repasó parte de su carrera. “Me dicen: ‘Ah, has estado con todos los presidentes’. No es que he estado con todos los presidentes”, dice. “He estado con el Ecuador”.
Baki ha trabajado con mandatarios de diferentes orientaciones políticas tanto en Ecuador como en Estados Unidos. Durante su paso por la embajada en Washington mantuvo interlocución con figuras como Donald Trump y Joe Biden, quienes son sus amigos personales, así como con la ex comandante del Comando Sur, Laura Richardson o miembros del Congreso como Chris Dodd. Ella define su estilo como “diplomacia humana” y sostiene que “para negociar, hay que confiar; y para confiar, hay que mirar al otro a los ojos”.

En la entrevista también señaló que incluso entre figuras aparentemente opuestas existen similitudes:“Me llevo bien con Donald Trump y con Bill Clinton, que son tan diferentes… pero se parecen mucho. Todos piensan que son distintos, pero tienen cosas en común”, reflexiona.
Lo mismo aplica, dice, a los presidentes ecuatorianos con los que ha trabajado: de Rafael Correa a Guillermo Lasso, de Jamil Mahuad a Lucio Gutiérrez. “Todos tienen cosas buenas y cosas malas”, afirma.
Nacida en Ecuador y criada en parte en el Líbano, vivió allí durante la guerra civil. A los 18 años, cuando un grupo armado ingresó a su casa para llevarse a su esposo Sami Abd-El Baki, intervino para evitarlo. Según relata, pidió hablar con el líder del grupo, quien accedió a entrar desarmado. Tras conversar, el joven —dice— le explicó que su situación de pobreza lo había llevado a tomar esas decisiones. Para Baki, ese hecho fue un punto de inflexión personal sobre los vínculos entre violencia y exclusión: “Me enseñó que todos cargamos algo. Que cuando no tienes nada que perder, te vuelves una bomba humana, un narcotraficante, lo que sea. Por eso hay que darle dignidad a la gente”.
Pero antes de la diplomacia, el arte fue su primera forma de lenguaje. En el Líbano, durante la guerra civil, cuando su esposo era una figura política perseguida, Baki encontró en la pintura el modo de decir lo que no podía gritar. “Las mujeres en ese momento en el Medio Oriente y en el Líbano no podían hablar… Me di cuenta de que cuando podía pintar los mejores cuadros, es cuando se tenía la confianza con la persona para que se abra y se exprese”, cuenta.
En 1998 integró el equipo que negoció el acuerdo de paz entre Ecuador y Perú. Colaboró con académicos de la Universidad de Harvard especializados en resolución de conflictos, como Roger Fisher y Herbert Kelman. Afirmó haber utilizado métodos informales para facilitar el diálogo entre los mandatarios de ambos países. “Yo hacía que se sienten a comer sin mapas, sin papeles… Solo a hablar de ellos, de por qué querían la paz”, comentó. Según su versión, el entonces presidente Mahuad cuestionó inicialmente ese enfoque, pero luego desarrolló un vínculo cercano con Alberto Fujimori: “Me decía, ‘tú con tus ideas libanesas’... gracias a eso, (Mahuad y Fujimori) se hicieron íntimos amigos”, asegura.
Luego vendría su designación como embajadora de Ecuador en Washington, primero con Mahuad en 1998, y luego con Lenín Moreno, Lasso, hasta 2024, cuando el presidente Daniel Noboa le pidió que sirviera como embajadora en Francia, cargo que dejó en noviembre de ese año.
Baki comenta como su gestión fue clave en la consolidación de la base militar de Manta como parte de la cooperación antidrogas con Estados Unidos, además relata que logró el respaldo externo al proceso de dolarización y tuvo un rol fundamental en la negociación del ATPDA, el régimen de preferencias arancelarias que abrió el mercado estadounidense a productos ecuatorianos: “Negociábamos todos juntos: Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia”, recuerda. “Si uno no conseguía el apoyo para su café, el otro lo ayudaba con las rosas o el espárrago. Éramos un equipo”.
Cuando regresó a la embajada en Washington, en 2020, tras 18 años fuera –después del periodo de Alfredo Palacios y de Rafael Correa–, encontró una relación debilitada: la base militar cerrada, embajadores declarados personas non grata, las relaciones diplomáticas estancadas. Su gestión con Trump primero y luego con Biden, recuerda, reactivó las vías políticas, comerciales y sanitarias. Coordinó la entrega de vacunas Pfizer, ventiladores durante la pandemia del coronavirus, y apoyó en la gestión de recursos financieros récord con el FMI, del BID, BM y la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (DFC). “Éramos el segundo país del mundo con más recursos del DFC después de India”.

En 2002 se presentó como candidata presidencial, por invitación de su hijo y un grupo de jóvenes. Según su testimonio, sabía que no ganaría, pero recorrió el país y asegura que esa experiencia marcó su comprensión de los problemas estructurales de Ecuador: “Yo sabía que no iba a ganar, pero ese recorrido me hizo conocer al Ecuador real, el del estómago hinchado por la desnutrición. Vi cosas que me cambiaron”.
Además de su papel como embajadora, Ivonne Baki ha ocupado cargos clave en el tablero político y diplomático del país: fue ministra de Comercio Exterior, parlamentaria andina, embajadora en Catar y principal negociadora de la iniciativa Yasuní-ITT, un ambicioso proyecto ambiental que —a pesar de su fracaso— ella sigue defendiendo como una oportunidad histórica perdida.
Además de embajadora, Baki fue ministra de Comercio Exterior, parlamentaria andina, embajadora en Catar y negociadora principal del proyecto Yasuní-ITT. Aún defiende esa iniciativa, que proponía dejar petróleo bajo tierra a cambio de compensación económica internacional. Según su testimonio, el proyecto se detuvo por decisión del entonces vicepresidente Jorge Glas, quien priorizó un financiamiento con China: “Fue un error gravísimo, pero yo me retiré y no lo acepté”.
La salida de Ivonne Baki de la embajada de Ecuador en Washington, en febrero de 2024, sorprendió tanto a la comunidad diplomática internacional como a la opinión pública ecuatoriana. En una recepción cargada de simbolismo, sus aliados más influyentes en la capital estadounidense —entre ellos la general Laura Richardson, entonces jefa del Comando Sur— le rindieron un homenaje que dejó claro el peso de su figura. “Juntas movimos montañas”, dijo Richardson ante una audiencia compuesta por figuras clave del poder en Estados Unidos: senadores, altos funcionarios, estrategas y tomadores de decisiones.
Desde su partida, la sede diplomática en Washington es ocupada por una encargada de negocios.
Actualmente, Baki es asesora y copresidenta del fondo de inversión LARA, encabezado por Mauricio Claver-Carone, exdirector del Banco Interamericano de Desarrollo. Desde ese rol, afirma seguir vinculada a proyectos que involucran a América Latina.
A pesar de haber vivido en ciudades como Doha, París y Washington, asegura que su vínculo con Ecuador se mantiene vigente. Su evaluación sobre los obstáculos al desarrollo económico del país es crítica: “No hay inversión porque no hay confianza. Y no hay confianza porque no hay reglas claras, porque hay burocracia, porque hay corrupción. No echemos la culpa afuera. El problema es nuestro”.
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