Cómo funcionan los “taxi partidos”, los frentes políticos que “alquilan” sus siglas a candidatos para las elecciones en Bolivia

En medio de la crisis del sistema de partidos en el país sudamericano, hay organizaciones políticas que resurgen en los periodos electorales y ofrecen su espacio a cambio de cuotas de poder, cargos de representatividad o dinero

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Un jurado electoral revisa las
Un jurado electoral revisa las papeletas de votación en las elecciones presidenciales de 2020.(Photo by JORGE BERNAL / AFP)

En los meses previos a las elecciones presidenciales en Bolivia resurgen lo que localmente se denominan “taxi partidos”, aquellas organizaciones políticas que no tienen gran militancia ni estructura, pero que están legalmente habilitadas para participar en la votación. De esa forma, los potenciales candidatos que no tienen partido buscan alianzas con organizaciones políticas que no tienen liderazgos competitivos para realizar acuerdos pragmáticos en busca del poder, sin consideraciones ideológicas ni programáticas de por medio.

Un caso reciente ilustra esta figura. El pasado 20 de febrero, el ex presidente Evo Morales (2006-2019) firmó una alianza con el Frente Para la Victoria (FPV), un partido de origen familiar creado en 2009 que no tiene mucha militancia ni prestigio, porque en su corta vida institucional estuvo envuelto en polémicas de plagio de programas de gobierno y cobros irregulares a sus candidatos.

El acuerdo entre ambas partes tenía el objetivo de postular a Morales a la Presidencia en las elecciones previstas para el 17 de agosto, a pesar de los impedimentos legales que lo inhabilitan para disputar el voto.

Sin embargo, menos de dos meses después de la firma del convenio, la alianza se quebró y el jefe del FPV calificó el acercamiento con el líder cocalero como “un error político”.

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El momento en el que Morales y el jefe del FPV se saludan tras anunciar el acuerdo político el 20 de febrero de 2025 (Foto: Prensa Local)

¿Qué hay detrás de estos acuerdos que naufragan incluso antes nacer? ¿Qué principios unen a los partidos con sus candidatos? ¿Cómo responde el electorado a estas prácticas?

A nivel nacional existen actualmente 14 partidos habilitados, pero hay uno que domina el campo político. El Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene más de un millón de militantes -lo que representa más de la mitad del total de personas afiliadas a algún partido político en Bolivia- y es el único que tiene presencia y estructura en todo el país. Frente a él hay otras 13 organizaciones, unas con mayor representatividad que otras, que no han logrado constituirse como un partido de masas y que tienen un electorado volátil.

Entre estas organizaciones hay algunas que ponen a disposición su sigla para las elecciones nacionales como un método de “supervivencia administrativa”, según explica la analista y ex diputada Erika Brockmann.

En Bolivia, crear un nuevo partido de alcance nacional es casi tan difícil como mantenerlo vivo porque requieren cierto respaldo popular. Para inscribir una nueva organización se necesita una identidad, algunos documentos constitutivos y un registro de militantes que sea equivalente al 1,5% del padrón nacional -lo que equivale a algo más de cien mil firmas- y estas además deben representar al menos el 1% del padrón de cinco regiones del país.

Simpatizantes del MAS participan en
Simpatizantes del MAS participan en una ceremonia durante un cierre de campaña en El Alto, Bolivia (REUTERS/David Mercado)

En tanto, para mantener las siglas vigentes, además de cumplir requisitos organizacionales y administrativos, éstas deben superar el 3% de la votación en los comicios nacionales. De lo contrario, pierden la personería jurídica y hay partidos históricos, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que han corrido esa suerte.

En ese contexto, en la víspera de cada elección los partidos menores salen a la luz en busca de candidatos que les permitan mantenerse a flote. Aunque los acuerdos no son públicos, hay indicios de que estos incluyen espacios de representatividad en la Asamblea Legislativa o cuotas de poder en el Gobierno, además de sumas de dinero a cambio del “alquiler” de la sigla.

“Son como franquicias a cambio de número de representaciones y son transacciones muy frágiles porque no son ideológicas, dependen de intereses, no de valores o principios”, explica el investigador y ex presidente del Tribunal Supremo Electoral, José Luis Exeni, que apunta que los “taxi partidos” no son algo novedoso en la política nacional y que están relacionados con la crisis de los partidos.

Las elecciones presidenciales de Bolivia
Las elecciones presidenciales de Bolivia están previstas para el próximo 17 de agosto (REUTERS/Claudia Morales)

En estos acuerdos al parecer no existe ningún componente de orden ideológico. El FPV, que hasta la semana pasada estaba dispuesto a postular al izquierdista Morales, en la elección de 2020 presentó a Chi Hyung Chung, un empresario y pastor evangélico de origen coreano que tiene un discurso liberal y ultraconservador. Esto demuestra que los acuerdos son netamente pragmáticos y no responden a convergencias programáticas ni de visión de país.

La falta de partidos sólidos y robustos también repercute en el ejercicio democrático interno y la formación de nuevos liderazgos. “Hay muchos partidos que no tienen vida orgánica y dependen de sus dueños o caudillos. En esa lógica, lo último que se toma en cuenta es la renovación de liderazgos, o se renueva por herencia, pero no existen procesos democráticos internos y esa es una deuda de la democracia”, sostiene Exeni.

Cambios en el sistema de partidos

El sistema de partidos políticos en Bolivia atraviesa un momento de inflexión con la división del MAS, el partido que protagonizó la política boliviana en los últimos 20 años y que batió récords de votación a nivel nacional, llegando a tener dos tercios en el Congreso. Con la implosión del MAS, los analistas observan que el campo político en Bolivia entra en una fase de transición en la que dejará de tener un partido dominante para volver a ser multipartidista, en el que los pactos entre las minorías serán necesarios para la gobernabilidad.

Dos personas borran el logo
Dos personas borran el logo del MAS de una sede partidaria tras la ruptura del partido (REUTERS/Claudia Morales)

Sobre los nuevos escenarios, Brockmann agrega que hay que tener en cuenta a la ciudadanía activa en los asuntos públicos que está al margen de la política partidaria, pero puede tener espacios de poder importantes, como los sindicatos, los comités cívicos o las iglesias evangélicas. “Hay que lidiar con todo eso, porque hacen parte del escenario político y hay que saber canalizar la gobernanza con estos actores de poder real”, apunta.

Para Exeni, dos de los desafíos democráticos de los siguientes años tienen que ver con centrar el debate en las ofertas programáticas y alcanzar la democracia paritaria real dentro y fuera de los partidos. “Hay una persistente y tenaz resistencia a garantizar la participación de las mujeres, hay mucha resistencia y murallas. En las listas operan las cúpulas y solo incluyen mujeres porque tienen que hacerlo por ley, pero sin una convicción real de lo que implica”, sostiene. La transición y los desafíos tocan la puerta: la realidad los reclama.