
El anuncio de la administración de Donald Trump de aplicar un régimen de “aranceles recíprocos” a las importaciones, revelado el 2 de abril, provocó una fuerte sacudida en los mercados globales. Sin embargo, esta estrategia de realineación económica ha sido recibida con atención estratégica por varios gobiernos latinoamericanos, que ahora ven en la nueva política comercial de Estados Unidos una posible ventaja estructural para reposicionarse dentro de las cadenas globales de suministro.
Solo tres países latinoamericanos —Venezuela, Nicaragua y Guyana— fueron incluidos en la lista de naciones sujetas a aranceles superiores al mínimo general del 10 %. Según declaraciones de Mauricio Claver-Carone, enviado especial de Estados Unidos para América Latina, esto representa una ventaja competitiva frente a otras regiones emergentes. “Hoy es un gran día para Estados Unidos y es un gran día para el continente americano”, afirmó durante una conferencia en Miami, destacando que “si eres un inversionista en mercados emergentes, piensas: ‘Oye, ahí es donde quiero enfocarme ahora’”.
Según informó Quantfury, los mercados latinoamericanos han mostrado una relativa estabilidad frente a la volatilidad global generada por la medida. Mientras el índice S&P 500 se redujo un 7 % durante el último mes, el S&P Latin America 40 cayó apenas un 2,3 %, y el índice brasileño Bovespa (BOVA11) registró un alza del 1,7 %. Esta resiliencia se interpreta como una señal de que la región podría beneficiarse de la intención estadounidense de acercar la producción a países aliados y geográficamente próximos, en detrimento de economías asiáticas como Vietnam, Camboya y Bangladesh, que enfrentan aranceles de hasta el 49 %.

La reacción de los gobiernos latinoamericanos ha sido rápida y, en general, positiva. En Florida, el presidente argentino Javier Milei, uno de los principales aliados ideológicos de Trump, anunció ante una multitud en Mar-a-Lago su intención de alcanzar un nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos. “Hoy comenzamos una etapa de mayor integración entre nuestras economías”, declaró.
Más sorprendente fue la postura del presidente colombiano Gustavo Petro, quien ha sido un crítico frecuente del gobierno estadounidense. En una publicación en X, Petro reconoció que “Latinoamérica, incluyendo a Colombia, se beneficia de la política arancelaria de Trump… si podemos producir esos bienes a menor precio, ahora es el momento de exportar allí”. Además, exhortó al Banco de la República a reducir las tasas de interés para acelerar el desarrollo de capacidades exportadoras industriales y agrícolas, y propuso redirigir la matriz productiva hacia bienes con mayor valor agregado. “Trump nos permite mejorar nuestra competitividad a escala latinoamericana”, añadió.
En Guatemala, el presidente Bernardo Arévalo informó que ya se han iniciado nuevas negociaciones comerciales con Estados Unidos. Durante una conferencia de prensa, instó a su gabinete a actuar “con la confianza de que este desafío puede convertirse en una oportunidad para nuestro país”.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum celebró que su país no haya sido objeto de aranceles adicionales, afirmando que las medidas le otorgan “condiciones preferenciales” en comparación con otras economías emergentes. Mientras tanto, el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva adoptó una actitud cautelosa ante los cambios, aunque analistas citados por Quantfury consideran que Brasil podría ser uno de los mayores ganadores del nuevo entorno comercial, debido a su capacidad industrial y sus vínculos comerciales existentes con EEUU.

La única posición claramente escéptica provino del presidente chileno Gabriel Boric, quien alertó sobre el riesgo de una “guerra arancelaria en curso”. Anunció la creación de un comité de alto nivel enfocado en la estrategia de minerales críticos, con el objetivo de ampliar la diversificación comercial hacia regiones como la Unión Europea, India y Brasil.
A pesar de las diferencias políticas, los gobiernos latinoamericanos han coincidido en interpretar la nueva estructura arancelaria como una oportunidad estratégica, respaldada por el hecho de que Estados Unidos mantiene superávits comerciales con la mayoría de los países de la región. Esto les permitiría incrementar sus exportaciones sin atraer la misma presión política por déficit que sufren economías como Francia, Alemania, India y Japón.
Mauricio Claver-Carone resumió la visión de la Casa Blanca en términos hemisféricos: “Reorientémoslo a favor de todos ustedes, estadounidenses, de todos nosotros, y pongamos a Estados Unidos primero, y a las Américas como un beneficio secundario”. Desde Washington, la administración sostiene que la reindustrialización nacional y el fortalecimiento de vínculos comerciales con América Latina son piezas complementarias de un nuevo orden económico.
Aún así, la consolidación de esta estrategia dependerá de factores estructurales, como la estabilidad política regional, la capacidad de aumentar rápidamente la oferta exportadora y la disposición de Estados Unidos para apoyar inversiones en infraestructura. Como señala Quantfury, los inversores seguirán exigiendo señales concretas antes de comprometer capital en proyectos de largo plazo. Mientras tanto, América Latina observa con cautela la posibilidad de ocupar un lugar privilegiado en la reconfiguración del comercio global liderada por Estados Unidos.
*Lea el artículo completo publicado en Quantfury haciendo clic aquí
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