
La noche del 8 de diciembre de 2024 quedó grabada en la memoria de seis niños y adolescentes que lograron escapar del terror que se desató en las calles del sur de Guayaquil. Después de un partido de fútbol, un grupo de militares interceptó a sus amigos: Ismael y Josué Arroyo, Nehemías Arboleda y Steven Medina, cerca de un hospital público y un centro comercial. Tras esa detención, los cuatro niños fueron asesinados y sus cuerpos fueron calcinados. Los testimonios de los chicos que acompañaban a los cuatro menores será incluida en la investigación del caso.
“Mi hijo vino corriendo, agitado, me decía que los militares los habían cogido con armas, pero no les pegaron un tiro”, relató la madre de uno de los sobrevivientes a Ecuavisa, que recogió los testimonios de varios de ellos. Esa misma noche, mientras los seis lograron esconderse y huir, sus amigos quedaron bajo custodia militar, en un episodio que marcó el inicio de uno de los casos más trágicos en la historia reciente de Ecuador.
Los sobrevivientes han confirmado que los menores asesinados no cometieron ningún delito y que, tras el partido, caminaban de regreso a casa. Uno de ellos, un niño de 11 años, narró cómo logró esconderse debajo de un carro mientras los militares apuntaban con sus armas: “Lo cogieron a Josué y él les dijo que no estaba haciendo nada. Mi hijo corrió durísimo para salvarse”, relató su madre a Ecuavisa.

El impacto en los niños que escaparon es profundo. Desde ese día, indicó el medio, sus padres no los dejan salir de casa solos. Uno de los sobrevivientes relató que no logra olvidar las imágenes de los militares deteniendo a sus amigos.
Según recogió el medio ecuatoriano, el abogado Abraham Aguirre, del Comité de Derechos Humanos (CDH), que ha acompañado a las familias desde el inicio de la tragedia, presentó un escrito en la Fiscalía para que tres de los seis menores sean entrevistados como testigos, pero respetando los procesos establecidos para la declaración de menores de edad, es decir que no solo cuenten con acompañamiento legal sino también con un psicólogo.
Los testimonios de los menores podrían confirmar lo que las familias de las víctimas han denunciado desde el inicio: que los niños estaban desarmados, no representaban una amenaza y fueron víctimas de un abuso de poder.

El 24 de diciembre, los cuerpos de Ismael, Josué, Nehemías y Steven fueron hallados calcinados en un recinto de Taura, cerca de una base militar. La confirmación de sus identidades, obtenida mediante pruebas de ADN, dejó devastadas a sus familias, quienes recibieron la confirmación el 31 de diciembre. No obstante aún no reciben el informe que indiqué cómo fueron asesinados sus hijos.
Luis Arroyo, padre de dos de las víctimas, describió a la BBC el momento en que le dieron la noticia: “Eso fue horrible, ahí mi mujer casi se muere. Fue espantoso”, contó.
Desde entonces, las familias han exigido justicia y una explicación clara de lo sucedido. La Fiscalía avanza en una instrucción fiscal de 90 días contra 16 militares acusados de desaparición forzada. Algunos abogados han argumentado que el caso podría derivar en otra investigación por ejecución extrajudicial. El caso ha generado indignación a nivel nacional e internacional y ha puesto en el debate el abuso de poder por parte de las Fuerzas Armadas.

Las movilizaciones en Guayaquil y otras ciudades del país aún continúan. En el barrio Las Malvinas, amigos, vecinos y activistas han marchado en homenaje a las víctimas, exigiendo justicia con consignas como “No eran terroristas, eran futbolistas”. El 8 de enero, una marcha simbólica recorrió los últimos lugares donde estuvieron los menores antes de ser detenidos, en un acto que combinó el luto con la esperanza de obtener respuestas.
Además, el testimonio del testigo protegido ha revelado otros detalles de los últimos momentos de los cuatro niños. De acuerdo con la declaración que reposa en el Ministerio Público, los menores fueron encontrados golpeados, sin ropa y en busca desesperada de ayuda antes de ser llevados nuevamente por hombres en motocicletas. De acuerdo con Ecuavisa, el testigo relató que la noche de la desaparición llegó a su casa pasadas las 22:30 y se encontró con los cuatro menores en condiciones críticas. Uno de los más grandes (de 15 años) tenía “la cabeza partida”. Él le pidió auxilio. El hombre les ofreció ropa, agua, comida y su celular para que pudieran contactar a sus familias. Además, les aconsejó esconderse. Más tarde, según su relato, vio hombres encapuchados en motos que se llevaron a los menores. Esa misma noche, cuatro motocicletas salieron de la Base Aérea de Taura. Aún se investiga si fueron las mismas que se los llevaron a los chicos.
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