
A 113 kilómetros al sur de Quito y a casi 3.000 metros de altitud, en la pequeña urbe de Pujilí, en medio del bullicio de las festividades navideñas, surge un fenómeno único que ha capturado la atención tanto de antropólogos como de devotos: la veneración al Niño de Isinche. Cada año, entre 2.000 y 3.000 personas se reúnen en la famosa hacienda Isinche para celebrar una tradición que rebasa los límites religiosos. La fiesta, celebrada el 24 y 25 de diciembre y el 1 de enero, refleja una extraordinaria fusión cultural y religiosa que algunos han calificado como la “Navidad mestiza”. A través de rituales ancestrales, leyendas y atuendos tradicionales que han perdurado en el tiempo, la devoción hacia el Niño de Isinche representa un testimonio vivo del sincretismo generado por la convivencia entre hispanoamericanos e indígenas.
El Niño de Isinche es una escultura tallada en madera con unas dimensiones aproximadas de 35 cm de largo y 20 cm de ancho. La figura se encuentra resguardada en una vitrina de cristal en Isinche, Pujilí. La tradición religiosa que lo rodea se remonta al año 1742 y demuestra una devoción arraigada en una fusión entre cultura e historia.
La veneración hacia la escultura del Niño de Isinche tiene sus raíces en la época colonial. Aunque las leyendas orales sobre su descubrimiento datan del siglo XVIII, fue en 1742 cuando formalmente se estableció la tradición. Quienes han investigado sobre esta celebración indican que no existen documentos precisos sobre el origen exacto de esta imagen, pero se cree que surgió como resultado del intercambio cultural dentro de la hacienda Isinche.

La tradición oral cuenta que la imagen se descubrió con una manada de mulas que transportaba fardos de lana hacia Isinche para su procesamiento. En uno de esos fardos, se encontró tallada en madera la figura de un niño. El dueño de la hacienda, después de tener un sueño misterioso, decidió construir una capilla en honor al Niño en Isinche. Desde entonces, los devotos le atribuyen milagros y castigos a aquellos que no cumplen con sus peticiones.
Las fiestas alrededor de esta figura son un ejemplo de sincretismo religioso, entendido como el proceso que combina y fusiona diversas tradiciones y creencias religiosas en una forma de expresión completamente nueva. La festividad del Niño de Isinche adquiere una dimensión profunda si se considera las teorías antropológicas que exploran la intersección de culturas y creencias.
Por ejemplo, Clifford Geertz, un estadounidense pionero en el campo de la antropología interpretativa, ha argumentado que la religión es un sistema simbólico que otorga significado a la realidad social. En el caso de la celebración de Pujilí, la fusión de símbolos religiosos católicos con elementos indígenas resulta en una expresión simbólica viva que muestra la coexistencia de diferentes cosmovisiones. Los antropólogos Mary Douglas y Victor Turner, que estudiaron la teoría del ritual, han explicado que los rituales no solo transmiten significados culturales, sino que también fortalecen la cohesión social.

La fiesta tradicional de las fiestas de diciembre por Navidad y Año Nuevo está llena de elementos mestizos, católicos e indígenas que integra la diversidad espiritual en un tejido coherente compuesto por prácticas y creencias. El complejo ritual une a toda una comunidad mediante la convergencia de tradiciones.
Durante las celebraciones, hay diferentes personajes que participan en la fiesta del Niño de Isinche, como el Yura que es el encargado de organizar las comparsas; los Reyes Ángel, Embajador y Mozo con sus característicos trajes y monturas y que son representados por los niños de la comunidad; los negros, los sahumeriantes, las cantoras, el síndico, el mayordomo, los caporales (en referencia al dueño de la hacienda), las chinas (cuya función es alimentar al caporal), yumbos (que llevan comida desde la casa del Yura hasta la casa del prioste), los payasos y los músicos. Cada uno de estos personajes tiene un rol específico y contribuye a la festividad.
La tradición de Isinche se celebra durante tres días que se han denominado como: La Sacada, el segundo día y la Misa. Durante La Sacada, el Niño es llevado a casa del prioste marcando así el inicio oficial del festival. Mientras que el segundo día se enfoca en la preparación religiosa y la celebración con el Niño. Por último, durante el día de la Misa, se lleva a cabo una ceremonia religiosa con ofrendas y juegos pirotécnicos.

La tradición del Niño de Isinche ha sido calificada como una fascinante combinación de espiritualidad, devoción y sincretismo religioso arraigado en la idiosincrasia de Isinche, Pujilí. Desde la adoración a la escultura de madera que personifica la infancia de Jesús hasta la inclusión de diversos personajes como Yuras, Sahumeriantes y Yumbos, cada elemento de esta celebración anual fusiona lo místico y lo festivo. La festividad evidencia el sincretismo religioso que ha integrado elementos tanto de la manifestación religiosa y de la tradición cristiana. El misticismo alrededor de El Niño de Isinche no solo se refiere a un símbolo espiritual, sino también a un vibrante testigo del patrimonio cultural del Ecuador.
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