
El presidente boliviano, Evo Morales, llegó al poder en 2006 prometiendo levantar a los largamente marginalizados Quechua, Guaraní y Aymara, pueblos indígenas que componen gran parte de la población del país andino y de los que proviene el actual mandatario.
Morales -para muchos simplemente “Evo”- ayudó a sacar a muchos bolivianos de la pobreza y hasta cambió el nombre del país a Estado Plurinacional de Bolivia, resaltando la diversidad de grupos étnicos que pueblan el país y que durante mucho tiempo fueron tratados como ciudadanos de segunda clase.
Pero ahora, en momentos en que el líder de izquierda busca obtener un controvertido cuarto mandato consecutivo, Morales se ha encontrado con una creciente marea de descontento, incluso entre los grupos indígenas a quienes defendió. La situación es el mayor desafío para el hombre que hace casi 14 años conduce la nación sudamericana.


Los comicios presidenciales de Bolivia se realizarán el 20 de octubre, una elección trascendental en la que Morales podría enfrentarse a su desafío electoral más feroz, con su rival Carlos Mesa acortando el margen que lo separa del presidente en la mayoría de las encuestas publicadas.
Evo, un granjero de coca que ahora acostumbra a usar trajes de lana de alpaca con bordados coloridos, necesitará el apoyo de los alrededor de 4 millones de indígenas para extender su administración a 19 años ininterrumpidos, desafiando los límites de mandato y el resultado de un referéndum. Sin embargo, muchos de los Aymara -uno de los más extendidos pueblos de Bolivia y al que pertenece Morales- están divididos sobre su candidatura.


Alegaciones de nepotismo y proyectos suntuosos, entre ellos la construcción de un nuevo palacio presidencial de 28 pisos en la capital La Paz, con un costo de 34 millones de dólares, han creado una sensación de inquietud sobre la pérdida de contacto con los trabajadores.
“Las ideologías indígenas no han sido realmente traducidas a política”, dijo Yolanda Mamani, una presentadora de radio de 34 años que conduce el popular programa “La Chola Bocona”, una referencia a las mujeres indígenas usualmente ataviadas con vestidos anchos y sombreros de bombín.


“Es más un show de moda, como si ser indígena fuera solo vestir de pollera”, agregó Mamani, que nació en la región cercana al Lago Titicaca y migró a El Alto, en la periferia de La Paz, a los nueve años.
En cambio, Sonia Quispe, una productora de medios de 27 años que habla y escribe el dialecto Aymara, piensa lo contrario. “En estos 13 años de su Gobierno, la gente más humilde se ha beneficiado: los campesinos que viven de la tierra”, dijo Quispe, que agregó que, si bien considera que Evo no es perfecto, solo él líder indígena podría continuar impulsando el proceso de cambio en el país. “Hay muchos errores y problemas que arreglar, pero confío en él”, explicó.

Cara y cruz
Vistiendo un traje rosa y un bombín marrón, en su oficina en La Paz, la legisladora Mercedes Márquez Quispe dijo que durante el Gobierno de Morales los pueblos indígenas habían visto sus derechos defendidos, luego de años de humillación y represión.
La diputada nacional de 60 años, que antes de ingresar a la política trabajó como costurera y comerciante, destacó el crecimiento económico sostenido de Bolivia con Morales, en una región caracterizada por la volatilidad. El crecimiento ha sido sostenido por un auge de los recursos naturales bolivianos.


“Tenemos gas domiciliario, escuelas modernas, calles asfaltadas, canchas de fútbol, seguros para niños, adultos y madres, el nuevo Seguro universal de salud, cero analfabetismo, lucha contra la pobreza, teleférico y mercados modernos”, dijo. “Yo apoyo la reelección de Evo y (del vicepresidente boliviano) Álvaro (García Linera). Si no son ellos, ¿quiénes?”


En cambio, en su colorido salón de eventos -espacios conocidos como “cholet”-, Jhonny Segales dijo que el éxito de la mayoría de los Aymara se debe al trabajo duro y no a la ayuda que recibieron del presidente Morales. “Los alteños (de la ciudad de El Alto) somos así, trabajadores, ahorradores, ese es el espíritu de esta ciudad”, dijo Segales, quien atendió un sinfín de llamadas telefónicas de negocios durante la entrevista con Reuters y se quejó de un “régimen tributario injusto”.
Segales está desilusionado con el gobierno de Morales, al que acusa de tener un doble estándar: decir que gobiernan para los pobres, mientras gastan en lujos. “Cuando llegaron al poder en las primeras elecciones hicieron cosas buenas pero ahora veo que fue solo para ganar nuestra simpatía”, dijo. “Este Gobierno no es para los pobres, sino solo para aquellos que lo apoyan”.
(Por Manuel Seoane - Reuters)
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