Durante décadas, los bastoncillos de algodón han formado parte del botiquín doméstico como una herramienta casi automática para la higiene del oído. Sin embargo, lo que para muchas personas es un gesto rutinario, para médicos y especialistas es una práctica desaconsejada desde hace años. No solo porque no limpia como se cree, sino porque puede provocar justo el efecto contrario.
La paradoja es que estos pequeños palitos con algodón nunca se diseñaron para introducirse en el conducto auditivo. Su uso se popularizó con el tiempo, pero su función original -y la que siguen recomendando los expertos- es muy distinta.
NO SE INVENTARON PARA LIMPIAR EL OÍDO
La creación del bastoncillo de algodón moderno data de principios del siglo XX y se le atribuye Leo Gerstenzang, un inventor polaco-estadounidense que se inspiró en una escena doméstica: su mujer colocaba algodón en palillos para limpiar con cuidado zonas delicadas de su bebé. El producto se comercializó inicialmente con un enfoque claro hacia el cuidado infantil y la higiene externa, no para la limpieza del interior del oído.
Con el paso del tiempo, su uso se desvió hacia el cerumen, a pesar de que introducir objetos en el canal auditivo nunca formó parte de su finalidad. Hoy, incluso marcas históricamente asociadas a este producto, como Q-tips, aclaran que sus bastoncillos están pensados para tareas de limpieza y precisión externas, no para el oído interno.
POR QUÉ LOS EXPERTOS DESACONSEJAN USARLOS EN EL OÍDO
Especialistas citados por la BBC coinciden en que el bastoncillo no extrae la cera, sino que suele empujarla hacia dentro, compactándola contra el tímpano. Esto puede provocar tapones, sensación de oído taponado, pérdida temporal de audición e incluso lesiones si se introduce con demasiada fuerza.
Además, el cerumen no es suciedad: cumple una función protectora. Ayuda a atrapar polvo y partículas, lubrica el conducto y actúa como barrera frente a bacterias. El oído, de hecho, se limpia solo de forma natural, expulsando poco a poco el exceso de cera hacia el exterior. ENTONCES, ¿PARA QUÉ SÍ SIRVEN LOS BASTONCILLOS DE ALGODÓN?
Lejos del oído, los bastoncillos tienen muchos usos prácticos y seguros en el día a día, precisamente aquellos para los que fueron concebidos: tareas pequeñas que requieren precisión y suavidad.
Se utilizan habitualmente para:
Limpiar ranuras del teclado o pequeños recovecos.
Eliminar polvo de rejillas de ventilación, mandos o aparatos electrónicos.
Aplicar o corregir maquillaje, como sombra de ojos o delineador.
Retocar esmalte de uñas sin estropear el resto de la manicura.
Limpiar puertos de carga, lentes de cámaras o sensores con cuidado.
Aplicar pegamento o pintura en manualidades y trabajos de detalle.
En todos estos casos, el bastoncillo funciona como un aplicador de precisión, que es exactamente para lo que fue pensado.
CÓMO DEBE HACERSE LA HIGIENE DEL OÍDO
Los especialistas recomiendan una pauta sencilla: no introducir nada en el oído. La higiene debe limitarse a la parte externa, limpiando suavemente el pabellón auditivo con una toalla o gasa tras la ducha.
Si se produce acumulación de cerumen o molestias persistentes, lo indicado es:
Usar soluciones específicas recomendadas por profesionales.
Evitar remedios caseros invasivos.
Acudir a un especialista para una limpieza segura.
El mensaje es claro: si algo cabe en el oído, probablemente no debería estar ahí. Y los bastoncillos, por muy familiares que nos resulten, tienen su lugar. solo que no es el que casi todos aprendimos.