Noemí Jabois
Mizanaz (Siria), 6 dic (EFE).- Cuando Mohammad Shawash y otros compañeros de la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante lanzaron la ofensiva que hace un año acabó con el régimen de Bachar al Asad, no podían imaginar la poca resistencia que encontrarían ni lo efímero de las batallas que estaban por luchar.
Avanzando desde lo que entonces eran los últimos bastiones opositores de Siria, grupos islamistas y proturcos liderados por el Organismo tardaron apenas tres días en entrar en la ciudad nororiental de Alepo, la capital comercial del país, y apenas una semana más en llegar a Damasco.
"Pensamos que iba a ser mucho más duro que eso y nos sorprendió que en muchos de los lugares a los que entramos no había nadie, esperábamos más desvíos. Como en la batalla de 2020, pensamos que sería incluso más grande que aquella", reconoce a EFE Shawash.
Aquel año, las fuerzas de Al Asad habían protagonizado una cruenta operación para retomar territorio en el noroeste del país, donde luego se estableció un alto el fuego acordado entre Rusia, aliada del régimen del expresidente, y Turquía, valedora de la entonces oposición siria.
Shawash, que tomó las armas en 2013, durante los primeros años de la guerra y cuando él tenía tan solo 18, recuerda perfectamente las batallas de 2020 en Mizanaz, la misma aldea en el oeste de Alepo donde se encuentra ahora.
"No hay comparación, 2020 fue mucho más fuerte, los bombardeos fueron intensos, era insoportable. En 2024, hubo alguna resistencia, pero definitivamente no como en 2020", apunta el combatiente.
"Lo puedes ver en la destrucción", anota, señalando a los edificios devastados por los bombardeos que hace un lustro cayeron sobre Mizanaz. Hace un año, por el contrario, en esta misma localidad no se disparó ni una sola bala.
Lo que sí fue mucho mayor en la batalla para "liberar" Siria fue la preparación.
Shawash cuenta que se prolongó durante unos tres o cuatro meses en campamentos de entrenamiento especiales, donde se organizaban con roles específicos para cada combatiente. Sin embargo, entrenaron a ciegas, pues solo los "grandes líderes" estaban al tanto de los planes.
"Simplemente nos dijeron que hay una batalla y nos quitaron nuestros teléfonos, estaba prohibido salir del espacio en el que nos encontrábamos. Estuvimos así una semana hasta la batalla, nos dieron nuestros teléfonos el día anterior, principalmente para el uso de mapas", recuerda.
Ahmad Shawash, que también participó en la ofensiva de hace un año con el Organismo de Liberación del Levante, confirmó a EFE que solo les informaron de la ofensiva con una semana de antelación y que, al hacerlo, les retiraron los móviles para evitar filtraciones.
"Sabíamos que se venía una batalla, pero no sabíamos hasta donde podría llegar, no nos informaron", sentencia.
"Pensé que iba a ser una batalla normal. Con la resistencia que enfrentamos en 2020, no preveíamos que esta vez fuésemos a tomar todo esto", agrega el joven, como la mayoría, sorprendido con la facilidad con la que cayó una familia aferrada al poder en Siria desde hacía más de medio siglo.
La ofensiva arrancó el 27 de noviembre de 2024 desde las áreas rurales del oeste de la provincia de Alepo.
Para la unidad de Ahmad, el trabajo comenzó un poco más tarde con su entrada a la propia Mizanaz y localidades consecutivas, donde llevaron a cabo lo que describe como una "operación de peinado", pues a su llegada ya no había "nadie", asevera.
Según relata, sus principales enfrentamientos fueron a lo largo de 24 horas en la ciudad de Saraqib (noroeste), que les había sido arrebatada por las tropas de Al Asad en 2020.
Mohammad Shawash, por su parte, participó desde el minuto uno en los primeros enfrentamientos en la localidad de Qobtan al Jabal (noroeste) y, tras tres días de choques en varios puntos, con "turnos de mañana y turnos de noche", entró a la ciudad de Alepo junto a sus compañeros de brigada.
La última resistencia la enfrentaron en la vecina provincia de Hama, concretamente en el área de Salamiya, donde cuenta que mantuvieron intensos combates con "los iraníes" durante tres o cuatro días.
A los al menos 170.000 soldados con los que contaba Al Asad a su caída, según las estimaciones más conservadoras, se sumaban las milicias iraníes y el grupo chií libanés Hizbulá que le respaldaban sobre el terreno, así como el apoyo aéreo de Moscú.
Por ello, fue clave el momento elegido para la ofensiva de 2024, con Hizbulá duramente diezmado por una guerra contra Israel en su propio país e Irán en horas bajas. Aunque, aún así, algunos creen que la facilidad con la que cayó Al Asad huele a un arreglo previo entre potencias internacionales.
Para Shawash, los combates de Salamiya fueron los últimos, pues desde allí y hasta Damasco solo hubo "retiradas" del bando enemigo, sin oposición.
"Lo que esperábamos pasó de forma tan simple. No esperábamos esta liberación, fue una alegría enorme", concluyó. EFE
(foto)(vídeo)
Últimas Noticias
Cuatro manifestantes detenidos por arrojar comida contra joyas en la Torre de Londres
La ONU alerta sobre el riesgo de "una oleada de atrocidades" en Kordofán y pide evitar "otro El Fasher" en Sudán
Miles de personas huyen de la violencia mientras Naciones Unidas advierte sobre ejecuciones sumarias, hambre y desplazamientos masivos tras los más recientes ataques entre fuerzas militares y paramilitares, que agravan la catástrofe humanitaria en el país africano
