La percepción de una alteración en la imagen nasal afecta a más de la mitad de quienes han sufrido perforaciones septales asociadas al uso recreativo de cocaína, a pesar de que solo una minoría presenta deformidad visible, según información divulgada por la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Este fenómeno tiene consecuencias psicológicas relevantes; el análisis de casos detecta una alta prevalencia de trastornos psiquiátricos entre los pacientes. Las complicaciones, que incluyen tanto daños físicos como efectos emocionales, han provocado preocupación en la comunidad médica por el incremento en la frecuencia y gravedad de estas lesiones, especialmente entre personas jóvenes. El reciente estudio, realizado entre 2017 y 2024 en el Hospital Clínic y el Centro Médico Teknon de Barcelona, describe dimensiones y retos inéditos en el abordaje de estos casos.
De acuerdo con los datos presentados por la SEORL-CCC y reportados en un artículo de la revista 'European Archives of Oto-Rhino-Laryngology', las perforaciones nasales relacionadas con el consumo de cocaína presentan, en promedio, dimensiones sensiblemente mayores que las originadas por otras causas, como cirugías previas, traumatismos o rinitis medicamentosa. El trabajo detalla que la longitud media de la perforación en el grupo consumidor de cocaína llega a los 27,1 mm, frente a los 18,9 mm registrados en otros pacientes, mientras que la altura media asciende a 18,6 mm comparada con los 14 mm del grupo no consumidor. En cuanto al área total, el daño en quienes utilizan esta droga recreativamente prácticamente duplica al de los casos por otras causas: 444 mm cuadrados frente a 231 mm. Según publicó la SEORL-CCC, esta diferencia se atribuye principalmente a la acción vasoconstrictora y necrosante de la cocaína, que provoca isquemia y necrosis progresiva en el tabique nasal, resultando en destrucción tisular de notable entidad.
El estudio español revisó 152 casos de perforaciones septales, de los cuales 57 estuvieron directamente vinculados al consumo de cocaína, consolidándose como una de las series más amplias publicadas en la materia, informa la SEORL-CCC. Según consignó el medio, el 82% de los consumidores de cocaína incluidos presentan perforaciones clasificadas como de gran tamaño, lo que incrementa las dificultades técnicas en el tratamiento y condiciona la necesidad de emplear técnicas reconstructivas avanzadas. El informe señala que estas lesiones pueden avanzar y llegar a afectar no solo el tabique, sino también el paladar, estructuras de soporte nasal o incluso huesos de la cara, produciendo defectos destructivos en la línea media facial.
En cuanto a los síntomas, la SEORL-CCC destaca una mayor intensidad y prevalencia de rinorrea en los consumidores de cocaína, lo que interfiere en el descanso nocturno, la función respiratoria y la interacción social. Otros signos comunes incluyen la obstrucción nasal y la aparición recurrente de costras. Las evaluaciones mediante instrumentos como el cuestionario SNOT-22 reflejan un mayor nivel de afectación en calidad de vida: los usuarios de cocaína obtienen una media de 53,9 puntos, frente a 42,8 en sujetos que presentan perforaciones por otras razones, con un impacto especial en los apartados de síntomas nasales, calidad del sueño y aspectos emocionales.
La dimensión psicológica cobra especial relevancia en este contexto. Tal como relata la SEORL-CCC, pruebas de salud mental como el cuestionario SF-36 indican peores resultados en los pacientes con lesiones inducidas por la droga. El 70,6% de este grupo muestra algún tipo de comorbilidad psiquiátrica, muy por encima del 42,5% documentado entre quienes sufren perforaciones por otros motivos, según datos del estudio recogidos por la sociedad médica. Esta diferencia sugiere una relación estrecha entre las complicaciones físicas y el deterioro emocional, dificultando el abordaje terapéutico y la recuperación social.
El tratamiento de estas lesiones requiere, en muchos casos, la combinación de cirugía reconstructiva compleja, control de la adicción y asistencia en salud mental para afrontar las consecuencias psicológicas y la percepción de la propia imagen. Según subrayó la SEORL-CCC, las intervenciones médicas enfrentan retos añadidos por la magnitud de los daños y por la limitada viabilidad de los tejidos nasales remanentes en las personas consumidoras. Muchos de los afectados manifiestan una disonancia entre el daño visible y su percepción, ya que el 57,8% cree que su apariencia nasal ha cambiado, pese a que solo una pequeña proporción presenta deformidades objetivamente apreciables.
El impacto mediático de casos como el de la artista Paris Jackson, quien compartió su experiencia con una lesión nasal en la red social TikTok, llevó a la SEORL-CCC a intensificar la vigilancia sobre este fenómeno al comprobar un incremento sostenido en la asistencia de pacientes jóvenes con lesiones similares en las consultas. El colectivo juvenil muestra una doble vulnerabilidad: la mayor proporción de consumo y la gravedad de las complicaciones detectadas, tanto desde la perspectiva anatómica como emocional.
El respaldo de la SEORL-CCC al enfoque integral se basa en la diversidad y complejidad de los casos estudiados, que reflejan la necesidad de intervenciones clínicas especializadas, atención psicológica y programas de prevención dirigidos a los grupos más expuestos. En la investigación, la relación entre los factores físicos y psíquicos se perfila como un aspecto clave para el tratamiento y la recuperación. La progresión destructiva de las lesiones, la afectación en la calidad de vida y la presencia de trastornos mentales configuran un panorama multidimensional cuya atención requiere coordinación entre las distintas especialidades sanitarias.
El estudio español, destacado por su amplitud y fundamento estadístico, pone de relieve que el daño causado por la cocaína en la anatomía nasal excede por mucho los estándares previos asociados a otras causas, transformándose en un desafío tanto para la medicina reconstructiva como para el ámbito de la salud mental. Según explicó la SEORL-CCC, tanto la progresión de las lesiones como sus repercusiones emocionales demandan estrategias integrales de salud pública, con énfasis en la prevención del consumo y el tratamiento dual de sus consecuencias físicas y psicológicas.
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