Pocas cosas desesperan más en la cocina que intentar cortar con un cuchillo sin filo. La tarea se vuelve tediosa, los alimentos se resisten y el tiempo de preparación se alarga mucho más de lo necesario. Para evitarlo, existen diferentes formas de recuperar el corte, algunas tan sencillas que se pueden poner en práctica con objetos cotidianos que todos tenemos en casa. Uno de ellos es el papel de aluminio.
Este método consiste en doblar varias veces una lámina de aluminio y deslizar el filo del cuchillo entre 10 y 15 veces sobre el borde, como si se intentara cortarlo. El material funciona como una superficie pulidora que ayuda a alinear el filo y a suavizar pequeñas rebabas generadas por el uso diario. El resultado se nota sobre todo en cuchillos con desgaste leve, aunque no es suficiente para hojas muy dañadas o con muescas profundas.
Conviene tener en cuenta que este sistema es solo un recurso temporal. Sirve para mantener mínimamente el filo, pero no sustituye a un afilado profesional ni ofrece resultados duraderos. Cuando el cuchillo ha perdido mucho corte, lo recomendable es recurrir a métodos más efectivos o a un especialista que pueda devolverle la precisión original.
OTROS MÉTODOS PARA AFILAR CUCHILLOS
Además del truco del papel de aluminio, hay soluciones más sólidas para mantener el filo en buen estado. Una de las más utilizadas es la piedra de afilar, que se emplea apoyando la hoja en un ángulo de entre 15 y 20 grados y deslizándola repetidamente por ambos lados. También está la chaira, la clásica barra de acero que permite realinear el filo con varias pasadas rápidas. Estos métodos, aunque requieren algo de práctica, ofrecen buenos resultados si se aplican con regularidad.
A estos recursos tradicionales se han sumado en los últimos años los afiladores manuales y eléctricos, diseñados para quienes buscan una alternativa más sencilla. Los manuales incorporan ranuras de distintos materiales -como cerámica o diamante- que permiten pasar la hoja primero por un grano más grueso y después por uno más fino. Los eléctricos, en cambio, destacan por su rapidez: basta con introducir el cuchillo y dejar que la máquina haga el trabajo. Eso sí, este sistema desgasta más el acero, por lo que conviene usarlo con moderación.
Aun así, no siempre se cuenta con herramientas específicas en casa. En esos casos, también existen algunos trucos caseros que pueden servir como solución de emergencia. Entre ellos, utilizar papel de lija de grano fino, deslizando la hoja con cuidado; aprovechar el cuello de una botella de vidrio, cuya dureza ayuda a recuperar el corte; frotar el filo contra otra hoja de cuchillo con movimientos suaves; o emplear el borde sin esmaltar de una taza de cerámica, que actúa como superficie abrasiva.
Sea cual sea el método elegido, conviene extremar la precaución durante el proceso y, una vez terminado, lavar bien el cuchillo para eliminar posibles restos metálicos antes de volver a usarlo en la cocina.
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