
En pleno verano surge una duda habitual al buscar sombra en patios, terrazas y jardines: ¿conviene más un toldo o plantar un árbol? Aunque ambos ofrecen protección contra el sol y el calor que conlleva, las diferencias en temperatura y confort son más significativas de lo que parece a simple vista. El arquitecto técnico y profesor @jordimartix, ha compartido a través de un vídeo de instagram la solución de este dilema con un ejemplo práctico y revelador.
Bajo condiciones similares, el análisis comparativo muestra cómo la sombra depende del objeto que la proyecta, además de cómo interactúa con el entorno. Textura, temperatura y circulación del aire son elementos clave para determinar qué opción es más efectiva a la hora de crear espacios frescos y agradables en pleno auge del calor.
EL TOLDO: SOMBRA UNIFORME PERO CALIENTE
El toldo genera una sombra continua y notablemente densa. Al ser un tejido reflectante, impide que los rayos solares penetren con fuerza, reduciendo la incidencia directa de luz. Sin embargo, este tipo de cobertura también actúa como una superficie caliente, ya que absorbe y acumula temperatura con el paso de las horas, sobre todo cuando está expuesto al sol durante mucho tiempo.
Además, al colocarse cerca de paredes o techos, el aire tiende a quedar atrapado por debajo de la superficie del toldo. Como señala el arquitecto, "aquí el aire caliente no puede escapar hacia arriba", y esta falta de ventilación impide la salida del calor acumulado, generando así una sensación térmica mayor, a pesar de la sombra.
Incluso si se instala con separación entre el toldo y la estructura, como recomienda @jordimartix, "si el toldo queda un poco separado de la pared, os aseguro que se nota", la diferencia de temperatura con respecto a otras soluciones naturales se mantiene notable. La sombra es efectiva, pero el entorno puede seguir sintiéndose sofocante.
EL ÁRBOL: SOMBRA NATURAL Y AIRE MÁS FRESCO
Las hojas de un árbol también reflejan la luz solar, aunque su sombra no es del todo opaca. Aun así, esa dispersión de luz favorece la ventilación y permite que el aire circule de forma natural. La estructura abierta del follaje facilita que el aire caliente ascienda y se renueve, creando un microclima más agradable bajo sus ramas.
Otro factor determinante es la transpiración vegetal. Las hojas liberan vapor de agua constantemente, un proceso que enfría su superficie y, como consecuencia, reduce la temperatura del aire circundante.
Según destaca @jordimartix, "las hojas no irradian calor hacia nosotros y el toldo sí". Esa sencilla diferencia explica por qué, incluso con sombra parcial, estar bajo un árbol resulta mucho más refrescante. En términos de bienestar térmico, con el árbol no solo se gana en frescura, sino que también aporta beneficios ambientales y estéticos de largo plazo.
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