Eder Sarabia, el triunfo del discurso y del método en el Elche

Eder Sarabia transforma al Elche con un estilo de juego atractivo, conectando con la afición y liderando un ascenso a Primera División mediante un enfoque táctico y colaborativo

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Pablo Verdú

Elche (Alicante), 3 jun (EFE).- El atronador éxito deportivo del Elche tiene un nombre propio para la afición ilicitana, el del técnico Eder Sarabia, que le ha remolcado de nuevo a Primera División con un juego atractivo y reconocible y con un discurso nítido que convenció casi desde el primer día dentro y fuera del club.

Sarabia (Bilbao, 1981) llegó al Elche el pasado verano tras un año complicado en Andorra, equipo al que había llevado al fútbol profesional, pero del que tuvo que salir víctima de una mala dinámica deportiva.

El vasco sólo firmó por una temporada, pero todo apunta a que continuará en el club ilicitano. Durante las celebraciones del ascenso, el técnico fue el más aclamado por la afición, que reclamó con insistencia una renovación que debe rubricarse en las próximas jornadas.

Cuando inició el proceso de contratar a un nuevo técnico hace un año, el club ilicitano buscaba un perfil similar al del argentino Sebastián Beccacece, que había estado al frente del equipo un año y medio y cuya idea futbolística era la ideal para el propietario del Elche, el argentino Christian Bragarnik.

Pero las guerras internas con parte del cuerpo médico y externas, con los medios, habían desgastado la figura del técnico, que salió del club y ahora es seleccionador de Ecuador.

El vizcaíno fue la primera opción de Bragarnik, obsesionado con dotar a su equipo de un estilo atractivo y reconocible, partiendo siempre de la premisa del culto por la posesión del balón, el buen gusto y la iniciativa del juego.

Las primeras semanas de Sarabia no fueron fáciles, ya que su sintonía con Chema Aragón, director deportivo en aquel momento, no fue la ideal. La demora en los fichajes y alguna que otra discrepancia con el entrenador y el dueño del club acabó por dinamitar la relación, provocando la salida del director deportivo.

Sarabia asumió su rol y se puso al servicio del Elche, consciente de las peculiaridades de un organigrama en el que el máximo accionista, representante de jugadores, opina y decide sobre los fichajes.

El vasco, seducido por la historia del Elche, supo ganarse a la afición desde el primer momento con un mensaje ambicioso y sincero e intentó adaptarse en un tiempo récord a las costumbres y hábitos de su nuevo entorno.

Tras un buen inicio de pretemporada, una derrota por 0-6 ante el Castellón aun antes de iniciar la liga hizo saltar las alarmas, confirmadas días después en el debut en la Liga (0-1) ante el Huesca. El Elche tardó tres partidos en sumar sus primeros puntos y tocó fondo en la cuarta jornada, ante el Zaragoza (3-0).

“Este partido nos debe servir para saber lo que no debemos ser”, dijo en aquel momento Sarabia. El Elche tenía un plan de juego, pero a los jugadores les costaba ejecutarlo, lo que provocó los primeros nervios en la grada.

Poco a poco, el Elche fue mecanizando conceptos, sumando puntos y disipando dudas en el campo, mientras en la sala de prensa Sarabia seguía hablando de fútbol y de casi todo con una naturalidad y cercanía sorprendente en el fútbol profesional.

Han sido habituales en sus comparecencias referencias a sus gustos personales, a anécdotas vividas como segundo de Quique Setién, a experiencias familiares, sobre todo junto a su padre, el ex futbolista Manolo Sarabia, e incluso sobre la gestión de la dana. Además, supo conectar con el sector más joven de la afición gracias a las redes sociales,

Mientras el Elche escalaba en la tabla con un juego brillante, sobre todo como local, el entrenador mantenía en sus ratos libres sus escapadas en bicicleta, su otra gran pasión al margen del balón. Lo hizo junto a sus compañeros de cuerpo técnico, a los que no se ha cansado de atribuir gran parte del éxito.

También hizo "juegos malabares", ayudado por el recorrido del equipo en la Copa del Rey, para repartir minutos entre todos sus jugadores y tenerlos activados y contentos para el final de temporada, en el que el banquillo ha sido determinante.

Cada alineación del Elche durante el curso ha escondido una o dos sorpresas con el objetivo de premiar el esfuerzo en los entrenamientos de los menos habituales y de mantener siempre alerta al grupo.

Según fue avanzando la competición, Sarabia se convirtió en portavoz del club y en agitador de las masas ilicitanas, ya que lideró las celebraciones tras cada victoria.

“No celebramos un ascenso de forma anticipada, sólo nos alegramos por ganar un partido. Ganar cuesta mucho en esta categoría y hay que disfrutar del camino”, se defendió el entrenador cuando se le reprochó desde algún sector la euforia desmedida.

El técnico protagonizó momentos icónicos de la temporada, bengala en mano por ejemplo en varios recibimientos nocturnos al equipo por parte de la afición tras victorias a domicilio en Córdoba, Cádiz o Burgos que dejaban a tiro de piedra la Primera División.

En el peor momento del curso, tras dos derrotas consecutivas que dejaban al Elche sin depender de sí mismo a dos jornadas del final, el entrenador levantó la mano contra los arbitrajes, pero mantuvo la calma en lo futbolístico.

“Si ganamos los dos últimos partidos, lograremos el ascenso”, dijo el preparador tras perder de forma polémica en Huesca. Dicho y hecho. El Elche cruzó la meta con brillantez en Riazor, donde logró una goleada histórica, siendo fiel hasta el final a su ideario futbolístico (0-4).

Y Sarabia pudo festejar por fin ya sin disimulo el inicio de un nuevo ciclo profesional y el inapelable triunfo de su método. EFE

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