París, 2 jun (EFE).- Tommy Paul no es ni el más conocido ni el más carismático de los representantes de la nueva generación del tenis estadounidense, que vuelve a brillar en Roland Garros. Al número 12 del mundo, gran aficionado a la pesca, que este martes afrontará al campeón, el español Carlos Alcaraz, le falta una gran presa para dar un salto adelante en su carrera.
Junto con Frances Tiafoe, Paul llevará la bandera estadounidense entre los ocho últimos de París, algo que no sucedía desde que en 1996 lo hicieron Jim Courier y Pete Sampras.
André Agassi es, de hecho, el último que llegaba tan alto en Roland Garros y de su última visita a los cuartos han pasado ya 22 años.
El rival de Alcaraz por un puesto en semifinales ha crecido a la sobra de otros nombres, sobre todo de Taylor Fritz, el mejor colocado en el ránking, que ha sumado títulos del Masters 1.000 y finales del Grand Slam.
Un escalón que todavía no ha superado Paul, pero al que antepone otra virtud, la de una regularidad casi cronométrica que le ha permitido al menos alcanzar los octavos de final en todos los grandes desde hace un año.
Una solidez que le convierte en el único estadounidense en activo y el noveno de todos los tiempos que ha alcanzado los cuartos de final en todas las superficies en Grand Slam.
Sin hacer ruido, sin levantar la voz, sin las estridencias que suelen rodear a los campeones de su país, el nativo de New Jersey comienza a construirse su propia carrera, firma a sus 28 años su mejor temporada, en la que ingresó en el top-10, al que volverá tras su aventura parisiense.
Buena parte de la responsabilidad en ello la tiene su progresión sobre tierra batida, sobre la que ha ido dando pasos en la buena dirección, ha aprendido la paciencia que precisa esta superficie.
Dos cuartos de final en Roma son una buena carta de presentación para un jugador que nunca había encadenado tres triunfos en Roland Garros.
La paciencia la viene demostrando en esta edición del Grand Slam parisiense, con dos partidos a cinco sets en los que demostró capacidad de sufrimiento, antes de aplastar en octavos al australiano Alexei Popyrin.
Ahora le falta una presa de peso, un partido que le haga cambiar de dimensión, derrotar a uno de los grandes del circuito y tendrá la oportunidad contra Alcaraz, al que afrontará en la central y en el turno nocturno que tan poco gusta al español.
Será el mismo escenario y la misma ronda en la que ambos se vieron en agosto pasado durante el torneo olímpico, un partido igualado que Alcaraz consiguió apuntarse en dos sets, un día después de haber encadenado dos partidos, uno individual y otro en dobles junto a Rafa Nadal.
"Recuerdo que hice un buen tenis, que tuve mis opciones y bolas de set en ese partido", señala Paul, que fue por delante en la segunda manga y una pelota para apuntársela en el juego de desempate.
Fue el último de los seis duelos entre ambos, de los que Alcaraz solo ha perdido dos, ambos en Canadá en 2022 y 2023. También jugaron en cuartos de final de Wimbledon del año pasado, su único duelo al mejor de cinco sets, que acabó con victoria del español tras ceder el primero.
"Cada vez que jugamos tenemos que elevar el nivel. Es un jugador muy agresivo, tendré que intentar imponer mi tenis y no cometer los mismos errores que contra Ben Shelton", aseguraba Alcaraz tras superar al también estadounidense que, por tercer partido consecutivo, le arrebataba un set.
Paul también buscará sacar lecciones de ese duelo para hacer daño a Alcaraz, que no está dejando una gran sensación de superioridad en este Roland Garros.
El de New Jersey asegura que tiene toda su concentración en el torneo, pese a que confiesa que, a veces, su cabeza le lleva a su otra gran pasión, la pesca.
"Me ayuda a relajarme, a cambiar de aires. Cuando pesco también suelo pensar en el tenis. Ahora, en el sur de Florida es buena temporada de pesca y hay peces que me gustaría estar pescando y que se estarán llevando otros", bromea Paul, deseoso de echar el anzuelo a una presa de talla. EFE
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