Cinco pistas para entender la encrucijada de las presidenciales en Polonia

Duelos entre Rafał Trzaskowski y Karol Nawrocki marcan la polarización política en Polonia; restauración del Estado de derecho y relación con la Unión Europea son temas centrales en estas elecciones

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Miguel Ángel Gayo Macías

Cracovia (Polonia), 30 may (EFE).- Polonia se encuentra en una encrucijada política que se decidirá este domingo, cuando 30 millones de polacos decidan si quieren como presidente a Rafał Trzaskowski, respaldado por la coalición gubernamental de centro-liberal Plataforma Cívica (KO), o a Karol Nawrocki, apoyado por el partido opositor de derecha populista-nacionalista Ley y Justicia (PiS).

Los resultados de la primera vuelta mostraron una ventaja mínima para Trzaskowski (31,36 %), el actual alcalde de Varsovia, frente a Nawrocki (29,54 %), presidente del Instituto de la Memoria Nacional (IPN), y las encuestas para la segunda vuelta indican una diferencia aún menor.

El duelo que enfrentará a los dos candidatos más votados en la primera vuelta volverá a poner de manifiesto la existencia de dos modelos de sociedad polaca, dos maneras de entender la política y dos visiones opuestas de cómo debe ser el futuro del país.

Por primera vez en la historia los dos candidatos principales organizaron marchas de apoyo simultáneamente en Varsovia, un acto que subrayó la intensidad de esta polarización y la lucha por movilizar a sus bases.

Trzaskowski, figura del centro-liberal, se presenta como un político proeuropeo y reformista.

Ha puesto el énfasis en los derechos de las mujeres, la accesibilidad a los servicios públicos y su experiencia en la gestión local, y su programa incluye la liberalización de las leyes de aborto.

Por otro lado, Nawrocki, historiador respaldado por el PiS, encarna una postura más conservadora y nacionalista.

Su visión prioriza los intereses polacos, que considera en conflicto con el eje franco-alemán en Europa, e incluye propuestas como la reducción del IVA y la revalorización de las pensiones.

Aunque el presidente polaco tiene un papel casi simbólico en la gobernanza diaria y la política exterior, sus poderes son significativos, especialmente en periodos de "cohabitación" como el actual, donde el gobierno es de un signo político (coalición de Donald Tusk) y la presidencia de otro (Andrzej Duda, alineado con el PiS).

El presidente posee el derecho de veto legislativo, puede enviar leyes al Tribunal Constitucional (cuyos miembros fueron nombrados en su mayoría por parlamentos dominados por el PiS), es comandante en jefe de las fuerzas armadas, y debe aprobar todos los nombramientos importantes, como los embajadores.

El actual presidente, Duda, ha ejercido activamente estos poderes para obstaculizar las reformas del gobierno de Tusk, especialmente en el ámbito judicial.

Uno de los temas más trascendentales de estas elecciones es la restauración del Estado de derecho en Polonia y su relación con la Unión Europea (UE).

Durante los ocho años de gobierno del PiS se implementaron cambios significativos en el sistema legal, criticados por la UE y observatorios internacionales, lo que llevó incluso a la congelación de fondos europeos.

El gobierno de Tusk se propuso revertir estas reformas, pero el presidente Duda ha bloqueado la mayoría de estos esfuerzos.

Trzaskowski ha prometido firmar las leyes necesarias para poner fin al "caos y el dualismo en el poder judicial", mientras que Nawrocki ha prometido mantener a los jueces nombrados por el PiS y ralentizar las reformas.

La primera vuelta de hace dos semanas evidenció un profundo cansancio con el duopolio que ha marcado el ritmo de la política polaca durante casi 25 años, y las opciones de ultraderecha acapararon uno de cada cinco votos.

Esto se interpretó como una señal de emergencia y un recordatorio de que gran parte de los polacos desea un cambio radical en el panorama político, una situación de la que se aprovechará la extrema derecha, presta a "recoger los frutos" del PiS, ahora percibido como un partido más convencional tras ocho años seguidos en el poder.

Este avance no es meramente electoral, sino que tiene consecuencias permanentes, incluida una mayor tolerancia hacia el discurso de odio en el debate público.

Además, puede forzar a los partidos convencionales a radicalizar sus mensajes para no perder votantes.

La campaña ha sido intensa, marcada por debates, controversias y la batalla por movilizar el electorado.

Se observó una participación récord en la primera vuelta (67,31 %), y las expectativas para la segunda vuelta son aún más altas.

Los cuarteles generales de ambos candidatos están trabajando en la movilización; el de Trzaskowski organizó una campaña puerta a puerta, mientras que el PiS utilizó la figura de Jarosław Kaczyński (jefe del PiS) y el apoyo del sindicato Solidaridad para movilizar a sus votantes. EFE