Nerea González
Cannes (Francia), 22 may (EFE).- La española Gala Hernández López presentó este jueves en la Quincena de Cineastas de Cannes su corto documental '+10k', la obra con la que pone fin a una suerte de trilogía que ya le ha dado un César y en la que explora universos y personajes opuestos a ella para desmontar sus propios prejuicios.
Si en el galardonado 'La Mécanique des fluides' (2022) buscó entender a los 'incels' y en 'For here am i sitting in a tin can far above the world' soñó un mundo en el que, tras una crisis del sector de las criptomonedas, miles de personas aguardaban tiempos mejores criogenizadas, en '+10k' retrata la historia real de Pol Gascó, un chico de 21 años que sueña con ganar más de 10.000 dólares al mes.
Son tres proyectos "formalmente muy distintos", explica a EFE la realizadora murciana, que ella entiende como una trilogía porque parten de su "curiosidad" por acercarse a sujetos que a "nivel político e identitario" están "súper alejados de ella".
En esa búsqueda, el cine es su "herramienta" para intentar desmontar con empatía sus propios "a priori", detalla.
"Siempre hay un ser humano, siempre es mucho más complejo. Hay emociones y hay factores que explican esa deriva a nivel biográfico, a nivel económico y cultural. Utilizo el cine, documental en este caso, para intentar acercarme a esa gente (...) Es el intentar entender activamente, una escucha activa, que creo que es algo que nos hace mucha falta", indica.
El que le da la réplica para hacer este ejercicio en '+10k' es un joven catalán que vive con su abuela, que sueña con vivir en Miami, que invierte en criptomonedas y que asiste a charlas motivacionales y de educación financiera.
Para encontrarlo hizo todo un casting en España después de hallar la inspiración en una noticia del periódico que se titulaba “La criptosecta ha secuestrado a nuestros hijos”.
En ella se hablaba de una academia -dedicada a la educación financiera para invertir en criptoactivos- que fue denunciada por varias decenas de familias por lavarle el cerebro a los jóvenes.
"Yo tengo que conocerlos, tengo que hablar con ellos, tengo que entender quiénes son y cómo han acabado ahí", rememora que sintió.
Conocer a Paul le hizo entender la dimensión de clase que tiene este fenómeno, un factor que es a menudo obviado en la prensa y en la conversación pública, donde la reacción más común es el desdén o incluso la demonización.
"Eso denota un desprecio de clase y unos prejuicios de clase también muy perversos", explica.
Este razonamiento le hizo cuestionar su propia postura, y más aún al tener en cuenta que muchos de los jóvenes que encontró en ese mundo son, como ella, parte de una generación que desde el 2008 vive asfixiada por sucesivas crisis.
"Yo misma me fui de España porque no había trabajo de lo mío. En el cine era muy difícil, cuando yo acabé la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña), encontrar trabajo en España", recuerda la directora de 32 años.
Para llegar a la Croisette, Hernández López tuvo que volar desde Toronto, donde se encuentra haciendo una residencia para preparar su próximo cortometraje, pero en paralelo trabaja ya en la escritura de su primer largometraje.
Será una ficción, avanza, muy distinta a los proyectos que la han llevado a triunfar hasta ahora (y por ello admite sentir algo de "vértigo"), con personajes femeninos y en dos países y momentos históricos diferentes. EFE
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