Guillermo Benavides
Pekín, 16 may (EFE).- Durante casi dos años, Zhao Xintong fue el símbolo de una crisis, una promesa caída, un ídolo suspendido y el rostro de un escándalo que amenazó con dinamitar el futuro del snooker chino.
Hoy es todo lo contrario, el primer campeón mundial asiático, un fenómeno de masas y el catalizador de un boom comercial que ya transforma la industria del billar en China.
Su título no solo rompió la hegemonía británica en el escenario más prestigioso del snooker mundial, también reactivó un mercado dormido, puso en jaque la autoridad federativa nacional y dejó en evidencia que, en el nuevo orden global de este juego, los negocios —como los campeones— también vienen del Este.
China lleva casi dos décadas invirtiendo en el snooker, pero nunca había vivido un punto de inflexión como el que generó el título mundial de Zhao.
Desde los tiempos de Ding Junhui, pionero y leyenda viva, el país fue asentando una estructura competitiva, educativa y comercial que hoy da sus frutos.
“Ding Junhui es el que me inspiró a jugar y despertó mi interés en este juego”, recalcó a EFE Li Siying, joven empleada del Royal No. 8 Billiards Club en la capital del gigante asiático.
Según datos de Qichacha, hay más de 400.000 empresas registradas en el sector, con un alza anual del 28,57 % en nuevos registros, y una red de academias —públicas y privadas— que van desde Dongguan (sur), que alberga una sede de la Academia Mundial de Snooker, hasta Sheffield, donde el propio Ding fundó un centro de alto rendimiento.
Ese músculo organizativo ha hecho posible que, tras el escándalo de 2023 —cuando 10 jugadores chinos fueron sancionados por amañar partidos o apostar ilegalmente—, el país no se hundiera sino que resurgiera.
En 2025, 10 chinos compitieron en el cuadro final del Mundial, seis llegaron a octavos y dos —Si Jiahui y Zhao— a cuartos.
El éxito no es casual: hay talento joven, calendario denso (12 torneos profesionales locales) y apoyo estatal, con el canal de deportes de la cadena CCTV retransmitiendo durante años partidas de este deporte.
Desde 2023, el snooker está integrado en el sistema nacional de fitness, y ciudades como Pekín o Chengdu ofrecen subvenciones de hasta 500.000 yuanes (69.000 dólares, 62.000 euros) a salas privadas.
El impacto también se ve en el consumo. Según medios locales, algunas salas ya combinan billar, comida y retransmisiones; y en las grandes ciudades, reservar una mesa ‘premium’ puede requerir tres días de antelación.
“Llevo trabajando desde 2021 aquí, y sí he visto un crecimiento exponencial, pero es cierto, que últimamente hemos tenido muchos más clientes”, cuenta a EFE Wang Zhaolin, empleado de la sala de billares Yunchuan en la capital del gigante asiático.
Zhao Xintong nació en Shenzhen (sur) en 1997, descubrió el snooker a los siete años y dejó la escuela a los doce para dedicarse por completo al deporte.
A los 13 ya hacía tacadas de 143 puntos y era considerado un prodigio; en 2021 ganó el UK Championship y en 2022 el German Masters, lo que lo catapultó al top 10 mundial. Pero en enero de 2023, todo se vino abajo.
Ese año, la WPBSA lo sancionó con 20 meses por haber realizado apuestas ilegales en partidos —aunque no manipuló ninguno— y no haber informado de la infracción.
El castigo fue leve en comparación con otros jugadores, pero el golpe fue profundo: perdió patrocinadores, reputación y quedó inhabilitado por la federación china (CBSA) hasta julio de 2025.
“He pagado un precio alto por una decisión estúpida”, dijo en su disculpa pública.
Durante el castigo, se entrenó en soledad y volvió como amateur en septiembre de 2024, ganando cuatro títulos del circuito Q Tour y logrando una plaza para el Mundial 2025.
Ahí protagonizó una gesta histórica: ganó desde la fase previa y barrió en semifinales a su ídolo Ronnie O’Sullivan (17–7), antes de coronarse campeón contra Mark Williams (18–12), con dos ‘centuries’ y once tacadas superiores a 50 puntos.
Zhao, aún inhabilitado en China, es ya el primer campeón mundial asiático, un símbolo de redención deportiva y un nuevo activo comercial para el circuito global.
El título mundial de Zhao desató tanto una oleada de entusiasmo como una tormenta política y mediática.
Aunque sigue técnicamente suspendido por la CBSA hasta julio, compitió —y ganó— bajo el paraguas de la WPBSA, la federación global.
La decisión dividió al circuito. Jugadores británicos como Shaun Murphy o Mark Selby denunciaron una “incoherencia regulatoria” y un “colapso de la credibilidad”.
La CBSA, por su parte, no ha aclarado si levantará o no la sanción. Su sitio oficial sigue mostrando el aviso de suspensión de 2023.
La opinión pública china también se fracturó. Mientras que medios estatales como CCTV celebraron el triunfo, miles de usuarios en plataformas como Weibo -semejante a X, censurado en China- se preguntaban si premiar a un jugador aún sancionado socava la integridad del deporte.
Algunos compararon el caso con otros atletas caídos en desgracia; otros, conmovidos por su historia de superación, lo ven como ejemplo de redención.
“El billar no habla, pero cada tacada es una respuesta”, dijo el propio Zhao tras ganar, en una frase que ya se ha vuelto viral.
El impacto comercial, sin embargo, es incuestionable. Según medios locales, marcas agotaron en horas sus ediciones especiales de tacos de billar, o un reto viral inspirado en Zhao superó el millón de participantes.
Qichacha estima que en 2024 se registraron 137.100 nuevas empresas del sector, mientras que la firma Zhongyanpuhua prevé que el mercado del billar en China superará el billón de yuanes (139.000 millones de dólares, 124.000 millones de euros) este mismo año.
“Este local antes era un restaurante de brochetas, pero el dueño abrió dos salas de billar, le fueron bien, y cambió el negocio que teníamos aquí hace medio año”, confiesa la gerente del Royal No. 8 Billiards Club.
Según pudo comprobar EFE en varias salas de Pekín, los precios oscilan entre 20 y 30 yuanes (2,8 y 4,1 dólares, 2,5 y 3,7 euros) por hora de mesa, y muchos establecimientos están en sótanos, oficinas ocultas o trastiendas, lo que contrasta con su popularidad creciente.
En ciudades como Chengdu o Xi’an (centro), de acuerdo a medios locales, algunas salas facturan más de un millón de yuanes (139.000 dólares, 124.000 euros) al mes.
En este nuevo ecosistema, Zhao no es solo campeón. Es el rostro visible de un deporte que ya no se entiende sin China, y de un sistema donde las reglas, el negocio y la redención compiten en la misma partida. EFE
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