El trauma y el sentimiento de culpa acompañan a la mayoría de los israelíes desde el que ha sido el peor ataque terrorista sufrido por Israel en su historia, en especial para quienes fueron testigos del horror que se produjo en lugares como el Festival Nova o el 'kibutz' Nir Oz y quienes aún intentan mantener la esperanza de volver a ver a sus familiares que aún siguen secuestrados por Hamás en Gaza.
"Uno no se puede curar de una cosa así", explica la psicóloga Einat Kaufman, que ha tratado a varias de las víctimas. Su meta es "ayudarles a sobrellevar la vida" enfocándose "en las pequeñas cosas que pueden hacer cada día, como vestirse, comer o permitirse sonreir" y darles herramientas para que puedan "normalizar una vida que no es normal".
También para ella, experta en trauma y duelo en desastres, esta vez es diferente, porque al tiempo que intenta ayudar a sus pacientes tiene que lidiar con su propia situación ya que vivía en el sur. "A veces cuando está todo en silencio tengo miedo, cuando pasa una moto me asusto y pienso que van a volver a comenzar las sirenas".
"El trauma no se va, el trauma va a golpear todo el tiempo" porque en un momento dado algo les puede recordar lo ocurrido, subraya Kaufman, que también reconoce que "prácticamente no hay ningún israelí que no tenga un sentimiento de culpa y piense por qué no les pasó a ellos".
"La mitad de mí se fue ese día", confiesa Alejandra López, colombiana de 31 años, casada con un israelí y madre de un niño de 10. Ella fue una de las asistentes al festival Nova, donde acudió con varias personas, entre ellas su mejor amiga, quien fue uno de los 378 asesinados aquel día, y logró salir con vida aunque traumatizada gracias a que su marido fue a buscarla y no desistió hasta que dio con ella.
"No entendía por qué nos estaban atacando", asegura, mientras relata con visible horror en sus ojos cómo transcurrió todo y cómo consiguió esconderse con una amiga. Ambas temían que las violaran, así que decidieron escuciarse todo lo posible y se mantuvieron en silencio buena parte del tiempo para que no las descubrieran.
Cuando por fin llegó su marido lo que vio aún le persigue: "había cuerpos de la gente con la que había bailado horas atrás", chicas desnudas, violadas y mutiladas y personas empaladas y colgadas de los árboles. "Siento que no había ningún cuerpo completo", rememora con dolor.
ESTUVE A PUNTO DE MORIR DE TRISTEZA
"Después de eso me encerré en mi casa y estuve a punto de morir de tristeza", admite Alejandra, quien sostiene que era "una persona de luz" y que como voluntaria realizó actividades con niños palestinos pero ahora reconoce que se rompió su fe hacia la Humanidad y aún la persiguen las imágenes de aquel día.
"Mitad de mí se fue con mis amigos, yo no volví a bailar, no volví a escuchar música y hasta el día de hoy tengo un tratamiento muy fuerte psiquiátrico, psicoterapeuta, terapia en grupo, una persona que va a mi casa a chequear que todo esté bien", relata. También su hijo está en terapia y reconoce que él es quien le da "esa energía y esa sonrisa" que necesita para levantarse.
Luis Har fue uno de los más de 200 secuestrados por Hamás aquel fatídico día. Se encontraba en el 'kibutz' Nir Yzjak junto a su pareja, Carla, el hermano y la hermana de esta, Fernando y Gabriela, y la hija de esta última, Mía. Todos ellos fueron llevados a Gaza, junto a la perrita de Mía, y tuvieron la suerte de que les mantuvieran juntos.
Según cuenta a un grupo de periodistas, incluida Europa Press, en un encuentro organizado por Fuente Latina, desde muy pronto decidieron que harían todo lo que les dijeran sus captores para no provocar conflictos ni intentar escapar porque "sería un suicidio". Además, el dueño de la casa en la que estaban retenidos "sí tenía algo de humano y fue una de las cosas que nos salvó".
Consiguió comunicarse con él mediante el poco inglés, árabe y judío que sabían ambos y fue él quien les mantuvo informados de la situación fuera y quien intentó darles lo que necesitaban, empezando por la comida, que este argentino se encargó de cocinar durante todo el cautiverio, también para sus cinco secuestradores.
Las tres mujeres fueron liberadas en un intercambio a los 52 días mientras que él y Fernando fueron rescatados por el Ejército el 12 de febrero de 2024. "No nos tocaron físicamente pero hubo una guerra psicológica", subraya. Cuando se quedaron solos trataban de animarse pensando que "este día que termina es un día menos" y manteniendo la esperanza de que saldrían de allí.
NO TUVO MIEDO A MORIR
"Miedo no hemos tenido en ningún momento hemos estado en tensión pero hemos tomado las cosas muy fríamente", explica Luis. A sus 70 años entonces, repasó su vida y los cuatro hijos y diez nietos que dejaría atrás. "Lo mío ya lo hice, si me llega a llegar la hora, está bien, me puedo ir tranquilo, y eso me sirvió para seguir adelante tranquilo", relata.
Durante toda la entrevista Har da muestras de su sentido del humor, algo que le ayudó a sobrellevar su secuestro, pero reconoce que hay momentos en que de pronto rompe a llorar o en los que empieza le empieza a temblar todo el cuerpo. Además, subraya que su felicidad no puede ser completa cuando aún quedan rehenes en manos de Hamás.
Entre ellos están David y Ariel, los hijos de Silvia Acuño, que acompaña a los periodistas en una visita a Nir Oz del que fueron secuestrados y narra el horror de aquella mañana. Silvia trata de mantener la esperanza, ya que dice tener pruebas de que ambos siguen vivos, aunque no están juntos, pero reconoce que la familia no regresará a vivir al 'kibutz'.
Su hijo David fue secuestrado junto a su mujer y sus dos hijas gemelas, una de las cuales fue separada de sus padres en un primer momento aunque consiguieron reencontrarse con ella en un hospital, donde fueron llevados porque resultaron heridos en un bombardeo. Las tres fueron liberadas también en uno de los primeros intercambios. "Hasta hoy es el día que están con traumas, gritos y llantos", dice sobre sus nietas.
También Rebecca González tiene a su marido secuestrado aún en Gaza. En su caso Hamás ha publicado en las últimas semanas tres vídeos como muestra de vida que no han hecho sino acrecentar su preopación por su apariencia física y también por sus palabras, ya que, aunque cree que son los terroristas quien le dictan lo que decir, teme que el último sea una suerte de despedida.
DOLOR POR LOS VÍDEOS DE PRUEBA DE VIDA
"Hasta que hubo el primer vídeo quería saber cómo estaba pero no imaginé que me iba a doler tanto", reconoce esta colombiana casada con el israelí Elkana Bohbot, quien organizó uno de los escenarios del festival Nova en el que fueron asesinadas 378 personas, incluidos los dos amigos que le ayudaron en la organización.
Cuando comenzó el ataque llamó a su mujer para avisarle de que había terroristas. "Yo te prometo que vuelvo casa", le aseguró. "Me habló con tanta seguridad que me pareció que tenía todo controlado", asegura. Sin embargo, hacia mediodía un amigo de su marido la llamó para darle la noticia de que había sido secuestrado, ya que se le podía ver en uno de los numerosos vídeos de Hamás de aquel día.
Rebecca también ha sabido de su marido por uno de los rehenes que estuvo con él y que fue liberado en uno de los intercambios. A través de él le pidió que escuchara la canción 'Guerrera' que le dedicó antes de pedirle matrimonio y que habla una mujer fuerte y luchadora.
Eso es lo que trata de hacer, sobre todo por el hijo de 5 años que tienen en común y que todos los días pregunta por su padre, pero admite que es difícil y siente que está en "una montaña rusa". "Es como ponerse una máscara y salir a la calle", admite.
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