
En la historia reciente de la Iglesia solo ha habido un caso en que la 'fumata blanca' que señala la elección del nuevo Pontífice se haya producido durante el primer día del cónclave. El cardenal italiano Eugenio Pacelli, Pío XII, obtuvo el 9 de octubre de 1958 la mayoría necesaria para su elección en la tercera ronda de votaciones del mismo día en que se inicio la reunión.
En el último cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI, cuando salió elegido el Papa Francisco, solo se realizó una votación durante la primer jornada que acabó en una 'fumata negra', en torno a las 20:00 horas. En cualquier caso, en los últimos dos cónclaves --de 2005 y 2013-- la elección tuvo lugar al día siguiente del inicio, en 24 horas. En 1978, con la elección de Juan Pablo II, fueron necesarios ocho escrutinios, es decir, fue elegido al final del tercer día.
En esta ocasión, las votaciones tendrán lugar todos los días: dos por la mañana y dos por la tarde. En el caso de que los cardenales electores tengan dificultades para ponerse de acuerdo sobre la persona elegida, después de tres días sin resultado, las votaciones se suspenderán durante un máximo de un día, para una pausa de oración, libre discusión entre los electores y una breve exhortación espiritual, pronunciada por el cardenal decano de la orden de los diáconos.
A continuación, se reanudará la votación. Si después de siete votaciones, la elección no ha tenido lugar, se celebrará otra pausa para la oración, la conversación y la exhortación, impartida por el cardenal mayor de la orden de los presbíteros; y se realizará otra serie de siete votaciones. En caso de que no se produzca la elección, habrá una nueva pausa, a cargo del cardenal mayor de la orden de los obispos y se reanuda la votación, con un máximo de siete papeletas.
Si de nuevo no hay elección, se volverá a reservar un día para la oración, la reflexión y el diálogo, y en la siguiente votación se deberá elegir entre los dos nombres que hayan recibido más votos en la votación anterior. En el caso de que se llegue a esta votación, también se necesita una mayoría cualificada de al menos dos tercios de los cardenales presentes y votantes, aunque en estas votaciones no pueden votar los dos cardenales sobre los que se requiere una votación.
Una vez que todos los electores cardinales depositen sus papeletas en la urna, el primer escrutador sacudirá la urna varias veces para barajar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procederá al recuento de las papeletas, sacándolas visiblemente una a una de la urna y depositándolas en otro recipiente vacío.
Si el número de papeletas no corresponde al número de votantes, deberán quemarse todas y se procederá inmediatamente a una segunda votación. Por el contrario, si coincide con el número de votantes, se procederá al recuento.
Los tres escrutadores se sentarán en una mesa frente al altar: el primero tomará una papeleta, la abrirá, anotará el nombre del elector y se la pasará al segundo, quien, una vez comprobado el nombre del elector, se la pasará al tercero, que la leerá en voz alta (para que todos los electores presentes puedan marcar su voto en una hoja especial) y anotará el nombre leído.
Si durante el recuento, los escrutadores encuentran dos papeletas dobladas de forma que parezcan haber sido rellenadas por un mismo votante, si llevan el mismo nombre se contabilizarán como un solo vot pero si llevan dos nombres diferentes, ninguno de los dos votos será válido, pero en ninguno de los casos se anulará el voto.
Una vez terminado el recuento de las papeletas, los escrutadores sumarán los votos obtenidos por los distintos nombres y los anotarán en una hoja aparte. El último de los escrutadores, al leer las papeletas, las pinchará con una aguja en el punto donde se encuentra la palabra 'Eligo' y las introducirá en un hilo, para que se conserven con mayor seguridad.
Al terminar la lectura de los nombres, los extremos del hilo se atan con un nudo y las papeletas se depositan en un receptáculo o a un lado de la cantina. En ese momento, se cuentan los votos y, tras comprobarlos, se queman en una estufa de hierro fundido usada por primera vez durante el Cónclave de 1939. Una segunda estufa, de 2005, conectada, se utiliza para los productos químicos que deben dar el color negro, en caso de no elección, y el color blanco, en caso de elección.