Rostyslav Averchuk
Leópolis, 5 may (EFE).- La urbe de Leópolis, que fue desde el comienzo de la invasión un nudo logístico clave y un refugio para cientos de miles de desplazados, mantiene la fe en la victoria, y sus habitantes continúan, pese a la fatiga de más de tres años de guerra, volcados en apoyar a los soldados en el frente y a los veteranos y a sus familias.
“Las ambulancias que transportan a los heridos pasan por delante de mi casa varias veces al día, seguidas al menos una vez cada día del cortejo fúnebre de un héroe caído”, declara Zoreslava Taraj, que ejerce de profesora de inglés. “A veces esto me hace sentir desesperación”, agrega.
Pese a las profundas heridas que la guerra ha provocado en todas las facetas de sus vidas, Taraj y sus conciudadanos siguen teniendo fortaleza y confían en que su país superará la amenaza existencial que, a su modo de ver, supone la agresión militar rusa.
“No sé cuándo ni a qué precio, pero creo que Rusia perderá”, asevera Taraj desde una calle de Leópolis, donde la ciudad mantiene su pulso pese a la sombra de la guerra.
Este domingo, mientras esta ciudad del oeste de Ucrania celebraba su 769 aniversario, los mercadillos solidarios organizados por las escuelas se sucedían por toda la geografía de la urbe. Los beneficios tenían un destino común: comprar equipamiento para las Fuerzas Armadas de Ucrania.
“Ucrania está luchando por su existencia misma. Debemos hacer todo lo posible para apoyar a nuestros soldados en el frente y confiar en su victoria”, dijo a EFE la maestra Irina Zamkovska.
En el mismo mercadillo, otra maestra, Oksana Bushtin, ofrecía pastas caseras a los asistentes a cambio de donaciones. “Para muchos soldados, la vida aquí es como una realidad paralela: música alta, gente disfrutando”, declaró Bushtin, cuyo sobrino, que se enroló voluntariamente en el Ejército, está al borde del colapso mental.
Aún así, Yustina, una niña de 8 años, entiende también el impacto de la guerra y cuán importante es ayudar a los soldados, explicó a EFE su madre, Lidia Svatko. “Cuando su padre estaba en el frente, mi hija lloraba cada vez que veía una foto suya. Ella también conoce el sonido aterrador de los drones y los misiles rusos”.
Pese a todo, la mujer no ha dejado de transmitirle esperanza a su hija. “Quiero que experimente los momentos luminosos de la vida y que crezca con alegría”, dijo Svatko, que cree que la generación de su hija -destinada a construir una Ucrania independiente- no debe definirse por el miedo.
Leópolis es un centro logístico crítico a la hora de hacer llegar los suministros al frente en el este, y actualmente ofrece refugio a unos cien mil desplazados ucranianos. La ciudad alberga además varios centros de rehabilitación para soldados y civiles.
Uno de esos civiles es Yana Stepanenko, de 14 años, que perdió sus dos piernas en un ataque ruso con misil contra la estación de trenes de Kramatorsk hace tres años. Después de haber participado en las maratones de Boston y de Tokio para recaudar fondos para soldados con amputaciones, Stepanenko corrió este domingo junto a decenas de veteranos en la media maratón de Leópolis.
Mikola Shot, un veterano que hace poco aprendió a caminar sobre dos prótesis, completó su primer kilómetro en esa misma maratón. “Hace solo unos meses no podía imaginarme que volvería a caminar. Ahora quiero demostrar que podemos vivir con plenitud, no simplemente sobrevivir”, declaró mientras otros veteranos que comparten su determinación cruzaban la meta entre aplausos.
Aún con ropa deportiva, muchos se sumaron después a una concentración en apoyo de los soldados ucranianos cautivos en Rusia, en la que se reunieron con el alcalde, Andrí Sadoví.
En la víspera, Sadoví entregó el premio de San Jorge, que honra al patrón de la ciudad, a las familias de 30 combatientes caídos. “Gracias a ellos nuestra ciudad todavía existe”, dijo el alcalde en ese acto. “Estas 30 familias saben que sus seres queridos -hijos maridos, padres, amigos- no serán olvidados”, agregó.
Las voces de familias como estas deben ser las más escuchadas en el debate sobre el futuro de Ucrania, dice Svatko, la madre de la niña de 8 años. “Todos anhelamos la paz, pero necesitamos la victoria, una garantía de que una invasión como esta no volverá a ocurrir nunca más, y que todo el sacrificio no haya sido en vano”, afirma.
A medida que la invasión se alarga, estas esperanzas a menudo parecen desvanecerse. Pero los vecinos de Leópolis se aferran a su fe.
Para Taraj, la profesora de inglés, la torre de comunicaciones de la ciudad, que está a oscuras desde el comienzo de la invasión, sirve como símbolo.
“A veces pienso que la victoria vendrá cuando esa torre esté iluminada otra vez”, dice. “Creo que ocurrirá, más pronto o más tarde”. EFE
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