Paula Bernabéu
Jerusalén, 23 abr (EFE).- El artista Yehuda Bacon (Checoslovaquia, 1929) observa tres de los autorretratos que pintó tras su paso por los campos de concentración nazis: el primero en 1945, cuando fue liberado de Gunskirchen; otro en 1948 y el último, el más oscuro, en 1960. Pese a los problemas cognitivos que le mantienen en silencio durante buena parte de la conversación, al verlos no tarda en advertir: "Este no es Yehuda Bacon, es tan sólo una pintura".
"Veis algo hermoso, algo potente. Pero no podéis entenderlo todo simplemente mirando la pintura", explica con dificultad el artista, de 95 años, sobre una obra que plasma el subconsciente de un superviviente del Holocausto, convencido de que aún así nadie puede entender por lo que pasó. Junto a él, atento, escucha su hijo Hanan durante una entrevista con EFE en su casa en el antiguo barrio de Katamon de Jerusalén.
Hanan, que nació en 1972, describe a su padre como una persona dividida en dos por su forma de lidiar con el duelo del Holocausto: hablando de ello abiertamente o, en casa, como un padre estricto. "La gente no podía ver cómo este padre tranquilo que habla y sonríe también podía estar enfadado y, digamos, que a veces no hablaba a la familia y se encerraba en sí mismo".
"Para él, el arte era la forma de lidiar con todo. Todo el dolor. Eso también me causó conflictos a mí con su arte, porque era una forma de evitar a la familia", añade, sentado junto él.
Sufrió la "marcha de la muerte"
Bacon se convirtió, con 14 años (en 1943), en uno de los cinco mil prisioneros del gueto de Terezín (República Checa) trasladados al conocido campo de concentración y exterminio de Auschwitz (Polonia). A este campo y al adyacente de Birkenau fueron deportadas 1,3 millones de personas (cerca de un millón, judíos) y, 1,1 millones, asesinadas.
En mayo de 1944 fue transferido a la sección masculina de Auchwitz-Birkenau (donde murieron la mayoría de víctimas), en la que trabajó recogiendo las pertenencias y las cenizas de los fallecidos, según el recorrido de su vida elaborado por el Centro Mundial de Conmemoración del Holocausto, Yad Vashem, basado en Jerusalén.
Apenas días antes de que Auschwitz fuera liberado, Yehuda fue llevado en una "marcha de la muerte", una evacuación a pie en pleno invierno, a Mauthausen y, de allí, al campo de Gunskirchen (ambos en Austria), del que fue liberado el 5 de mayo. Durante su paso por los campos su padre, su madre y su hermana Hannah fueron asesinados.
Entre 1945 y 1946 Bacon pasó por un centro de rehabilitación de jóvenes víctimas del Holocausto en Praga regentado por Premysl Pitter, a quien el pintor dedicó uno de sus cuadros más simbólicos, 'Al hombre que restauró mi fe en la humanidad' (1945), en el que una figura luminosa hace dejar atrás a otra encorvada las alambradas de un campo de concentración.
Llegó en 1946 a Palestina (Israel no se constituyó hasta 1948 como Estado), donde residía su otra hermana, Bella. Terminó asentándose en Jerusalén, donde estudiaría artes en la reconocida escuela de Bezalel, en la que acabó impartiendo clases.
Años después, en 1961, los dibujos que hizo de las cámaras de gas y crematorios nada más abandonar Auschwitz servirían como testimonio en el juicio contra Adolf Eichmann, uno de los arquitectos de la "solución final".
El Israel que acogió a los Bacon se encuentra hoy inmerso en una ofensiva sobre Gaza que desencadenó el que sus autoridades definen como "el día más mortífero de la historia israelí y para el pueblo judío desde el Holocausto". Se refieren al 7 de octubre, día en que milicianos de la Franja de Gaza, liderados por el grupo islamista Hamás, cruzaron a territorio israelí y mataron a casi 1.200 personas y secuestraron a otras 251.
Desde entonces, la represalia (aún en curso) de Israel se ha cobrado la vida de más de 51.200 personas en Gaza, la mayoría mujeres y niños, según los datos de su Ministerio de Sanidad.
La mención de cualquier paralelismo entre la masacre de la población judía a mediados del pasado siglo y las actuales muertes en Gaza tensan el ambiente por un segundo y los colaboradores del Museo del Holocausto jerosolimitano presentes en la habitación tranquilizan a Hanan: "No tienes por qué responder", apelan, de cara a una comparativa delicada y, para muchos, tendenciosa en Israel.
"Él no sabe de ello por su problema cognitivo, no entiende lo que pasa", responde conciliador, refiriéndose a su padre. "Yo no veo conexión, son dos cosas distintas. Tampoco hago comparaciones en mi cabeza con el Holocausto, lo que pasa es terrible en sí mismo".
Sin embargo Hanan, que se refiere a sí mismo como parte de la "segunda generación" de supervivientes (los hijos nacidos tras la Segunda Guerra Mundial), sí reprocha a los políticos de Israel el trato dado al Holocausto: "Dicen que nunca perdonarán y que nunca olvidarán. Pero como tantos otros siempre pienso: '¿Y nosotros? ¿Qué pasaría si sucediera y estuviéramos al otro lado? ¿Seríamos mejores personas, hemos aprendido algo?'". EFE
(foto) (vídeo)
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