
Los países del golfo de Guinea han visto en los últimos años cómo los yihadistas que cada vez más campan a sus anchas en los vecinos del Sahel se aproximan a sus fronteras e incluso buscan establecerse del otro lado de ellas y están tratando de dar con la tecla que les permita impedir que se repita la catástrofe saheliana. Los expertos tienen clara la receta: la respuesta no puede ser solo securitaria.
Burkina Faso, Malí y Níger se han convertido ya en el principal foco de la violencia yihadista a nivel mundial debido a la actividad de las filiales en el Sahel de Al Qaeda y Estado Islámico cuyos combatientes hace tiempo que tienen ahora su mirada puesta en los países costeros del golfo de Guinea, en particular Benín y Togo, donde ya han llevado a cabo algunos ataques, y en menor medida Ghana y Costa de Marfil.
Los expertos Beatriz de León y Jérôme Pigné explican en el 'Informe Africa 2025' de la Fundación Alternativas, en un capítulo dedicado a esta región, que entre los factores que llevan a los yihadistas a avanzar hacia el sur está la presión militar por las operaciones antiterroristas, que les empujan a buscar refugio en las zonas fronterizas. Aquí, existe además una amplia zona de reservas naturales que engloba los parques nacionales de W, Arly y Pendjari.
También buscan en estas zonas poco controladas ampliar su acceso a recursos económicos, mediante el acceso al oro que se extrae de forma artesanal --principalmente en el caso de Ghana-- pero también mediante el robo de ganado o la imposición de impuestos --el llamado zakat-- a la población, además de aprovecharse del tráfico ilícito de distintos bienes que ya era frecuente de antemano.
A esto se suma, según reconocen ambos expertos, la habilidad de estos grupos para explotar los conflictos comunitarios presentes en las zonas fronterizas de los países costeros, donde las disputas por la tierra, los recursos hídricos y la transhumancia son vistos como una oportunidad para el reclutamiento de nuevos combatientes.
Una lectura en la que coinciden Nina Wilén y Kwesi Aning en el informe 'Combatiendo el extremismo en África Occidental: ¿qué opciones quedan?' publicado por Counter Extremism Project y la Fundación Konrad Adenauer. Según subrayan, en el norte de estos países, es decir, en la frontera con el Sahel, se sienten marginados con respecto al sur, donde se encuentran las estructuras de poder.
"Los conflictos por las tierras existentes en Benín, Ghana y Togo así como los altos niveles de desempleo y las preocupaciones por los medios de vida son factores que debilitan la cohesión social y aumentan la vulnerabilidad ante los grupos islamistas", advierten.
BENÍN Y TOGO, LOS PAÍSES MÁS AMENAZADOS
Por ahora, el país más afectado de los tres parece ser Benín, si bien los yihadistas no parecen buscar por ahora "administrar permanentemente el territorio ni interferir en la vida cotidiana de las comunidades" algo que, no obstante, advierten De Leon y Pigné, podría cambiar en un futuro "si aumenta la presión militar en el norte de Benín o si los yihadistas buscan consolidar su presencia".
Tanto en Benín como en Togo, donde también se han registrado ya ataques yihadistas, la apuesta ha sido predominantemente militar. Así, el Gobierno beninés ha declarado el norte 'zona militar' desde 2021 y puso en marcha una operación con 3.000 efectivos, aunque también lleva a cabo iniciativas de desarrollo local. En el caso togolés, se ha militarizado la frontera y se ha establecido un Comité para la Prevención y Lucha contra el Extremismo Violento.
Por lo que se refiere a Ghana, es el único país del golfo que aún no hay sufrido ataques yihadistas oficialmente reconocidos, si bien sí ha registrado casos de radicalización individual, lo que indica "la existencia de redes de reclutamiento y radicalización" en el país, según precisan en el informe de la Fundación Alternativas.
"Los riesgos de agravamiento son evidentes, especialmente si los gobiernos optan por respuestas represivas sin considerar las dinámicas sociales, o si las crisis políticas y económicas continúan profundizándose", alertan De León y Pigné, que sin embargo ponen de relieve que las fuerzas armadas de estos países están mejor entrenadas y equipadas que las de sus vecinos cuando comenzó a extenderse la amenaza yihadista y las estructuras estatales aún están presentes en el norte, además de contar con iniciativas de desarrollo.
HAY QUE EVITAR LOS ERRORES DEL SAHEL
A juicio de estos dos expertos, "el desafío a corto y mediano plazo es equilibrar la respuesta militar con estrategias políticas inclusivas". En este sentido, inciden en que estos países "deben evitar los errores del Sahel" como son "marginar comunidades enteras, depender de milicias partidistas o descuidar el desarrollo de regiones vulnerables". Para ello, apuestan por "adoptar un enfoque integral que combine seguridad, gobernanza, diálogo intercomunitario y desarrollo económico".
En ambos informes se pone de relieve el papel para frenar la amenaza que están llamados a desempeñar instrumentos como la Iniciativa de Acra, nacida en 2017 de la mano de Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Togo y a la que luego se sumaron Malí y Níger. En el marco de la misma se han llevado a cabo operaciones conjuntas contra el yihadismo entre varios de los miembros y en 2022 se creó una Fuerza de Acción Conjunta que aún no está operativa.
PAPEL DE LA UE
Pero sobre todo alertan del rol de cara al futuro de la UE, cuyo interés por la situación en el Sahel y por añadidura en sus vecinos del sur ha ido en aumento en los últimos años, dando paso en 2023 a una nueva iniciativa de seguridad y defensa que pasa por misiones de formación y asesoramiento a las fuerzas locales y también por apoyo a la vigilancia marítima.
Según explicó De León, investigadora especializada en África Occidental del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, durante la presentación del informe, en los países del golfo de Guinea se ve "con mucha reticencia" el interés de la UE en ayudar porque "quieren evitar que dentro de sus países ocurra la misma reacción que hubo en Mali, Níger y Burkina Faso, que al final fue un rechazo absoluto a Occidente". Por ello, aunque de forma bilateral no rechazan la ayuda, intentan que la UE "tenga un perfil lo más bajo posible".
En este sentido, los autores del informe publicado por la Fundación Adenauer apuestan por apoyar a los países que quieren recibir ayuda pero advierten de que cualquier proyecto o iniciativa debe diseñarse de forma conjunta "con actores locales, respetando la soberanía y garantizando la sensibilidad cultural" habida cuenta de que "los sentimientos antioccidentales en África Occidental han aumentado en los últimos años" e incorporando el enfoque político y de desarrollo.
Asimismo, defienden que la UE debe "comunicar mejor" los proyectos que está llevando a cabo en la región ya que existe un gran desconocimiento y esto facilita campañas de desinformación en su contra, auspiciadas en algunos casos por Rusia, que contribuyen a exacerbar el sentimiento antieuropeo al presentarla como "neocolonialista".
Para evitar que los países del golfo de Guinea se conviertan "en un nuevo epicentro de conflicto, es imperativo combinar esfuerzos militares, diplomáticos, económicos y humanitarios, colocando a las poblaciones locales en el centro de las estrategias de estabilización", reivindican De León y Pigné.
Sin esto, advierten, "la espiral de violencia corre el riesgo de continuar, alimentada por la frustración, la pobreza y los sentimientos de abandono".
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