Dublín quiere acabar con el manoseo de los pechos de la estatua de Molly Malone

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Javier Aja

Dublín, 13 abr (EFE).- El Ayuntamiento de Dublín colocará vigilantes junto a la famosa estatua de Molly Malone para evitar que los turistas le toquen los pechos, un gesto que dicen que trae buena suerte pero que está dañando el monumento y algunas personas califican asimismo de ofensivo.

Manosear a la querida vendedora de marisco dublinesa, inmortalizada por el folclore popular, se ha convertido en los últimos años en un ritual para gran parte de los que posan ante ella cada día, ya sean hombres, mujeres o, incluso, niños.

Y de tanto roce, ha surgido un brillo en el voluptuoso busto de Molly Malone que desentona con el resto de la estatua, creada en bronce por la escultora irlandesa Jeanne Rynhart en 1998, cuando ya causó cierta controversia entre los que decían que el vestido era demasiado insinuante.

"Hemos recibido quejas sobre miembros de la ciudadanía, principalmente turistas, que tocan la estatua", explica a EFE un portavoz del Ayuntamiento de la capital, que tomará medidas con un programa piloto para restaurarla y protegerla durante la primera semana de mayo.

La medida representa una pequeña victoria para Tilly Cripwell, quien lanzó hace unas semanas una campaña en sus redes sociales para denunciar que los turistas llevan años "violentando" a Malone con "un comportamiento asqueroso, misógino y pendenciero".

"Cada vez me molestaba más y más, así que decidí que tenía que hacer algo si quería seguir actuando junto a la estatua", señala a EFE esta artista callejera, de 23 años.

Cripwell celebra que las autoridades vayan a restaurar el color original, pero recuerda que los vigilantes solo estarán sobre el terreno unos pocos días.

Según el Ayuntamiento, el objetivo de esa "semana piloto" es "educar a aquellos que interactúan con la estatua" y "pedirles que no la toquen ni suban al pedestal, así como exponer las razones al respecto", tras reconocer que el manoseo de los pechos podría tener su origen en los guías turísticos.

Para la artista, ésta es una solución a corto plazo que, además, no encaja con "la manera en que se protegen otras estatuas de hombres" en la capital irlandesa.

"La idea de esta campaña es que la gente cambie su actitud y su comportamiento, en lugar de tener que cercar la estatua o poner barreras, que es lo que harán los vigilantes", sostiene Cripwell, que propone, por ejemplo, elevar a Malone en una plataforma inaccesible.

A este respecto, la corporación dublinesa arguye que sus características actuales "permiten que las multitudes se reúnan fácilmente" en torno a la estatua, que "es una atracción de los recorridos ofrecidos por guías turísticos".

"Mover la estatua o elevar el pedestal son opciones costosas, mientras que colocar una barandilla alrededor de esta obra puede aumentar el riesgo", agrega el Ayuntamiento.

La campaña, por tanto, no ha terminado aún, advierte Cripwell, que recuerda que esta "degradante práctica" es relativamente reciente.

"No hay referencia alguna en el folclore irlandés que diga que tocar los pechos traiga buena suerte. No es una tradición, los irlandeses no lo hacen. Algunos creen que porque es provocativa pueden manosearla. Aquellas mujeres del siglo XVII vestían así", insiste.

La estatua de Molly Malone fue presentada hace 37 años en la comercial Grafton Street en reconocimiento de esta dublinesa que vendía berberechos y mejillones en la calle, como cuenta la famosa canción 'In Dublin's Fair City' (1884), el himno oficioso de la capital irlandesa.

La obra fue trasladada en 2014 a otra calle cercana, junto a la central de la oficina de turismo, donde se cree que arrancó el mito de los pechos y la buena suerte.

Aunque no está claro si fue un personaje real o ficticio, Molly Malone ha sido siempre un símbolo de la clase trabajadora de Dublín, que afectuosamente se refiere a ella como 'the tart with the cart", que podría traducirse como 'la golfa con el carrito'.

Algunas historias sostienen que Malone era pescadera de día y prostituta de noche, y que, tras morir de fiebre, su fantasma recorre la calles de la capital empujando su carretilla de marisco. EFE

(foto)(vídeo)