
Jaled Abdalá
Saná, 21 sep (EFE).- Hace diez años, los rebeldes hutíes tomaron el poder en Saná, la capital del Yemen, un hito que se conmemora en medio de un panorama geopolítico complejo en el que los insurgentes han aprovechado su posición estratégica para influir en conflictos mas amplios de Oriente Medio, en especial la guerra en Gaza.
Las rebelión de los hutíes -un movimiento político que amalgama grupos tribales y religiosos chiítas-, fue fruto de la percepción de estar marginados políticamente por el gobierno central del país árabe, dominado por sunitas.
Desde entonces, y pese a una década de guerra que ha derivado en una de las peores crisis humanitarias del mundo, los hutíes se han convertido en una destacada fuerza política y militar, bajo el respaldo de Irán.
El primer ministro del gobierno hutí, Ahmad al Rahawi, afirmó en un discurso a la nación el viernes que "uno de los frutos" de su "bendita revolución" se puede comprobar con la "presencia activa del Yemen hoy, y su impacto significativo en la arena árabe e internacional" a través de su apoyo al pueblo palestino.
La referencia es a los ataques, que ya se cuentan por cientos, que los hutíes iniciaron el pasado 19 de noviembre contra buques mercantes que ellos consideran que pertenecen o tienen vínculos con Israel que navegan por el mar Rojo y el Árabigo, en respuesta a los ataques indiscriminados contra la Franja de Gaza.
Esa posición hutí ha repercutido sobre gran parte la flota comercial mundial, que se ha visto obligada a cambiar sus rutas mientras las potencias occidentales lideradas por EE.UU y el Reino Unido han atacado posiciones del grupo para tratar de limitar el envío de proyectiles.
Las operaciones hutíes, mediante drones, misiles de diferente tipo y barcos no tripulados, han llevado a Rahawi a jactarse de "consolidar la seguridad interna" y de "enfrentar con éxito las conspiraciones de los enemigos y sus planes para desestabilizar" la región.
Los hutíes son un movimiento político fundamental pero no exclusivamente zaidí -una de las ramas del islám chií- que surgió en el noroeste del Yemen a principios de la década de 2000, ante los agravios políticos y económicos percibidos por el gobierno de mayoría suní del entonces presidente Ali Abdullah Saleh.
Fundado por Hussein al Huti, hermano mayor del actual líder, Abdulmalik al Huti, el movimiento se estableció en las montañas de la provincia noroccidental yemení de Saada y luchó contra las fuerzas del gobierno de Saleh por el control de la región.
Hussein fue asesinado por las fuerzas de Saleh en Saada, en la frontera con Arabia Saudí, en septiembre de 2004, pero el conflicto se enfrió en 2010, cuando los hutíes reforzaron su control sobre la zona.
La Primavera Árabe de 2011 dio un nuevo impulso al movimiento, que se sumó al levantamiento contra Saleh, quien dimitió en febrero de 2012 y entregó el poder a su vicepresidente, Abdu Rabbeh Mansour Hadi.
Los hutíes apoyaron al gobierno de transición, pero se volvieron cada vez más críticos y, a mediados de 2014, se aliaron con su antiguo enemigo Saleh para destabilizar a Hadi.
En se contexto, los rebeldes lanzaron una campaña militar y capturaron la capital el 21 de septiembre de ese año, facilitada por el control que tenía Saleh de muchas unidades del ejército y el descontento generalizado por el encarecimiento del combustible.
Días después, el puerto de Al Hodeida cayó en manos de los hutíes, quienes comenzaron a marchar para tomar Aden, la capital del sur y el mayor puerto del océano Índico, pero no llegaron a hacerse con el poder de esta localidad, a donde se refugió el gobierno internacionalmente reconocido.
La toma de Saná por los hutíes se produjo apenas antes de que el rey Salmán bin Abulaziz ascendiera al trono de Riad, quien posteriormente, junto con su ministro de Defensa, Mohamed bin Salmán, ahora heredero del trono, entró en la guerra civil en apoyo del gobierno internacionalmente reconocido.
Los saudíes forjaron una coalición militar con Emiratos Árabes Unidos y Baréin, lo que intensificó el conflicto interno y provocó una grave crisis humanitaria con millones de personas sufriendo hambruna y enfermedades.
La coalición endureció el bloqueo aéreo, terrestre y marítimo y gradualmente ganó más territorio, pero Hadi tenía poco control sobre las áreas recuperadas. Los combates se prolongaron hasta 2017, cuando Saleh rompió la alianza con los hutíes y fue asesinado días después.
Desde 2018 el conflicto está estancado, con los hutíes consolidados en las zonas más pobladas del noroeste del país, incluida Saná, pero bajo ataques aéreos y un bloque que afecta mucho la situación humanitaria.
La tensión ha ido fluctuando, con combates esporádicos, si bien cada vez ha habido más intentos para negociar una solución, lo que llevó incluso a Arabia Saudí a limitar su intervención y retirar apoyo a Hadi en busca de una salida política.
La guerra en Gaza estalló justo cuando parecía que todos los implicados, incluido Irán, progresaban hacia la paz.
por Jaled Abdalá
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